MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - AGOSTO 2025
-Por Padre Jesús Antonio Weisensee Hetter-
Intención del Papa para el mes de agosto: Oremos para que las sociedades en que la convivencia parece más difícil no sucumban a la tentación del enfrentamiento por motivos étnicos, políticos, religiosos o ideológicos.

Viernes 01
San Alfonso María de Ligorio, Ob. y Dr. (MO)
Lv 23, 1.4-11.15-16.27.34b-37; Sal 80, 3-6.10-11;
Mt 13, 54-58
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.
Reflexión: Jesús, ya famoso en toda Galilea, retorna a su pueblo, quería anunciar allí también que el Reino de Dios está cerca. Quizás no lo imaginó al inicio, pero se halla con una respuesta decepcionante: todos se dejan dominar por el escepticismo. Lo conocen desde niño, todos sus familiares viven con ellos. ¿De dónde sacaba entonces tanta sabiduría? Jesús, para ellos, era un simple campesino, no tuvo ninguna educación especial. La fama que había adquirido les sorprende, les causa admiración, pero no les despierta la fe. Ellos no están dispuestos a creer que Jesús habla de parte de Dios.
Oración: Señor, infúndenos humildad y oídos siempre atentos a tu Palabra.
Sábado 02
San Eusebio de Vercelli, obispo (ML)
Lv 25, 1.8-17; Sal 66, 2-3.5.7-8; Mt 14, 1-12
Evangelio: En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en Él». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran, y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
Reflexión: Herodes podía decidir sobre la vida y la muerte de sus súbditos, pero aquí, a la vez, lo vemos sometido ante la palabra empeñada a una jovencita. El texto señala la simpatía que le tenía al Bautista, pero una promesa absurda lo obliga a ordenar su muerte. La arbitrariedad es absoluta, el testigo de la verdad es asesinado debido a las intrigas de una muchacha y su madre, pero, sobre todo, a causa de la cobardía del rey. «Por el juramento y los invitados [...] mandó decapitar a Juan en la cárcel», apunta Mateo. Estaba en sus manos evitarlo, pero, antes que la justicia, le interesaba el qué dirán de la gente. Es una situación patética, pero devela la gran fidelidad de Juan a la verdad. Como auténtico profeta, estuvo dispuesto a dar la vida por ella.
Oración: Señor, infúndenos la valentía de tu hijo Juan para que seamos testigos fieles de la verdad de tu Evangelio.
Domingo 03
XVIII del Tiempo Ordinario
Qo 1, 2; 2, 21-23; Sal 89, 3-6.12-14.17; Col 3, 1-5.9-11; Lc 12, 13-21
Evangelio: En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?». Y dijo a la gente: «Miren: guárdense de toda clase de codicia. Que por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes». Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y se puso a pensar: “¿Qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta misma noche vas a morir. Lo que has acumulado, ¿para quién será?”. Así le sucede al que amontona riquezas para sí mismo y no es rico a los ojos de Dios».
Reflexión: ¿Cuántas relaciones familiares se rompen a causa de los bienes? Aquí un hombre quiere que Jesús medie entre él y su hermano en la repartición de la herencia. El Señor rechaza hacer de juez y, en lugar de eso, prefiere señalar la raíz de este tipo de conflictos: la codicia, el apego a las riquezas. Uno de los mayores retos para la fe cristiana es justamente el apego a los bienes materiales, poner nuestra seguridad en el dinero. Jesús, por el contrario, exhorta a ser ricos ante Dios, llenarse más de obras de generosidad y misericordia, porque estas nos proporcionan la auténtica plenitud.
Oración: Señor, danos corazones generosos para poner nuestra esperanza en ti más que en los bienes.
Lunes 04
San Juan María Vianney, presbítero (MO)
Nm 11, 4b-15; Sal 80, 12-17; Mt 14, 13-21
Evangelio: En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan Bautista se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados. Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida». Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, denles ustedes de comer». Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». Les dijo: «Tráiganmelos». Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
Reflexión: En esta escena vemos dos actitudes distintas ante las necesidades de la gente. Por un lado, la de Jesús, que siente compasión de la multitud que lo sigue, percibe la amenaza del hambre y busca soluciones. Por otro lado, la de los apóstoles, ellos también son conscientes de la situación, pero piensan que cada quien debe arreglárselas por su cuenta. Jesús, en cambio, les muestra un camino distinto, los invita a involucrarse, a comprometerse en resolver las necesidades de la gente. Con un poco de ingenio y esfuerzo, hallan cinco panes y dos peces. Esto, unido a la bendición del Señor, se transforma en pan para todos. La solidaridad y el compartir puede lograr que nadie pase hambre.
Oración: Ayúdanos, Señor, a hacer de la solidaridad un signo vivo y visible de nuestra fe.
Martes 05
Ded. de la Basílica de Santa María la Mayor (ML)
Nm 12, 1-13; Sal 50, 3-7.12-13; Mt 14, 22-36
Evangelio: Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios». Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.
Reflexión: La comunidad de discípulos se embarca sin Jesús. Así, solos, los sorprende un oleaje en contra, que apenas los deja avanzar. ¿Cómo reaccionar ante situaciones así? ¿Ceder al pesimismo? Ellos se desesperan y luego se llenan de pavor al confundir a Jesús con un fantasma. El miedo puede nublar nuestros ojos, nos impide ver con claridad. ¿Dónde está Dios?, solemos decirnos cuando estamos en dificultades. ¿Acaso nos ha abandonado? Jesús solo nos pide fe, plena confianza en Él, porque entonces incluso podremos caminar sobre las aguas torrentosas. Y cuando sintamos que nos hundimos, allí está su mano que nos sostiene.
Oración: Señor, aumenta nuestra fe para no desfallecer ni sucumbir ante la adversidad.
Miércoles 06
Transfiguración del Señor (F)
Dn 7, 9-10.13-14; o bien 2 P 1, 16-19; Sal 96, 1-2.5-6.9; Lc 9, 28b-36
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blanco. De repente, dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo revestidos de gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumarse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; pero permanecieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con Él. Mientras estos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Haremos tres carpas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, mi elegido; escúchenlo». Cuando se oyó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Reflexión: La transfiguración es la habilitación «oficial» del Padre a Jesús, su Hijo, el elegido. Desde la nube, deja un eco que se oirá por siempre: ¡Escúchenlo! Luego de haberse revelado en el Antiguo Testamento, ahora Dios mismo se hace Palabra en su Hijo. Él es ahora el encargado de darlo a conocer, de revelarnos su identidad y su manera de ser. Jesús es entonces el rostro vivo de Dios, Él y su Palabra nos dicen quién es Dios. El discípulo es, pues, el oyente de su Palabra; nuestra fe se funda en la escucha del Evangelio.
Oración: Padre santo, danos oídos atentos al Evangelio de tu Hijo para que, de verdad, sepamos seguir el camino que nos conduce a ti.
Jueves 07
San Cayetano, presbítero
Nm 20, 1-13; Sal 94, 1-2.6-9; Mt 16, 13-23
Evangelio: En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Mesías. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
Reflexión: El pasaje de hoy es central para comprender una dimensión de la Iglesia: ella ha sido instituida sobre Pedro, como piedra visible, fundamento y vínculo de comunión entre los discípulos de Jesús. Para poder realizar esta misión, el Señor le concedió las «llaves del Reino de los Cielos», la fuerza y el dinamismo que nace de su Evangelio. Este es el sentido del primado de Pedro, su rol como cabeza visible de la Iglesia, en quién ella adquiere su cohesión. La unidad de la Iglesia se sostiene en Cristo, pero peregrina en la tierra guiada por el sucesor de Pedro.
Oración: Protege y llena de sabiduría, Señor, al Santo Padre para que siga dirigiendo tu Iglesia bajo la luz de tu Evangelio.
Viernes 08
Santo Domingo de Guzmán, presbítero (MO)
Dt 4, 32-40; Sal 76, 12-16.21; Mt 16, 24-28
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. En verdad les digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre en su Reino».
Reflexión: La propuesta de Jesús es radical y exige una respuesta decidida. La vida es un don, un regalo de Dios, por eso, el ser humano solo alcanza su plenitud en la comunión con el proyecto y la voluntad del Padre. Podemos ganar todo en bienes, poder, prestigio, pero si no hallamos lo esencial, perdemos nuestra vida. Seguir a Jesús, en cambio, significa, a veces, «perder» la vida, pero para volverla más fecunda. Porque la auténtica felicidad reside en la donación de uno mismo en favor del prójimo. Ante esto, el «pago» en este mundo, promete Jesús, será una vida llena de sentido y en el más allá, la vida eterna.
Oración: Señor, danos tu gracia para que superemos nuestros egoísmos y hagamos del amor el motor de nuestras vidas.
Sábado 09
Sta. Teresa Benedicta de la Cruz, Vg. y Mr. (ML)
Dt 6, 4-13; Sal 17, 2-4.47.51; Mt 17, 14-20
Evangelio: En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre que, de rodillas, le dijo: «Señor, ten compasión de mi hijo que es lunático y sufre mucho: muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo». Jesús tomó la palabra y dijo: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes, hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo». Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: «¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?». Les contestó: «Por su poca fe. En verdad les digo que, si tuvieran fe como un grano de mostaza, le dirían a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada les sería imposible».
Reflexión: Fe o falta de fe, ese es el desafío que nos plantea el pasaje de hoy. Los discípulos no consiguen liberar al muchacho porque su fe aún es débil. El padre entonces recurre a Jesús, pone en sus manos la salud de su hijo. El Señor, por su parte, increpa primero la falta de confianza en Dios. Ninguna causa está completamente perdida sino hasta el momento en que perdemos la esperanza, la fe. Jesús, en cambio, sabe que la fe, aunque sea del tamaño de un granito de mostaza, puede mover montañas, puede derribar esas barreras de la vida que, a veces, parecen imposibles de superar, más todavía cuando la fe va de la mano de la oración.
Oración: Señor, aumenta nuestra fe y danos la gracia de vivir de acuerdo con tu voluntad.
Domingo 10
XIX del Tiempo Ordinario
Sb 18, 6-9; Sal 32, 1.12.18-20.22; Hb 11, 1-2.8-19; F. B. Hb 11, 1-2.8-12; Lc 12, 32-48; F. B. Lc 12, 35-40
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha tenido a bien darles el Reino. Vendan sus bienes y den limosna; consíganse bolsas que no se desgasten, y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Ustedes estén como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre despiertos; les aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprendan que, si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría asaltar su casa. Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del Hombre». Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?». El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración de alimentos a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Les aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi Señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y a las criadas, y se pone a comer y beber y a emborracharse, llegará el Señor de aquel criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que conoce la voluntad de su señor, pero no está preparado o no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy severo. En cambio, el que, sin conocer esa voluntad, hace cosas reprobables, recibirá un castigo menor. A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más».
Reflexión: Jesús insiste que seguirlo implica asumir su estilo de vida, supone establecer una jerarquía de valores que determinen nuestras opciones y marquen nuestra adhesión a Él. La razón es sencilla: donde tengamos nuestro tesoro, allí estará nuestro corazón. Si Jesús y su Reino son nuestros bienes más preciados, daremos todo por él. ¿Cómo conseguirlo? El Maestro nos recomienda dos actitudes. Por un lado, la generosidad como antídoto para el afán de acumular. Por otro lado, perseverancia y obediencia frente a la tentación de desesperarse por la demora del Señor o aprovecharse de la fe para beneficio propio.
Oración: Señor Jesús, fortalece nuestra perseverancia para ser siempre fieles a los valores de tu Evangelio.
Lunes 11
Santa Clara, virgen (MO)
Dt 10, 12-22; Sal 147, 12-15.19-20; Mt 17, 22-27
Evangelio: En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo: «El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día». Ellos se pusieron muy tristes. Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Su Maestro no paga las dos dracmas?». Contestó: «Sí». Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?». Contestó: «A los extraños». Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, toma el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti».
Reflexión: ¿Pagar o no pagar el impuesto al «templo»? Este era un impuesto religioso, destinado al sostenimiento del templo de Jerusalén. Por eso, san Mateo plantea en este relato la cuestión de la filiación divina de Jesús. En cuanto Hijo del Rey (Dios), Él debería estar exento de impuestos y tasas; y, por extensión, también todos los que con Él somos hijos en el Hijo. Es decir, lo que define a Jesús y a los suyos es la libertad. Por lo tanto, no son el dinero ni las riquezas el objetivo de su comunidad de discípulos. Aclarado esto, por supuesto, los creyentes contribuyen al sostenimiento de la Iglesia por un sentido de pertenencia; pero siempre evitando que el lucro se convierta en el fin principal.
Oración: Señor, ayúdanos a hacer de tu Evangelio nuestra mayor riqueza.
Martes 12
Santa Juana Francisca de Chantal, Rel. (ML)
Dt 31, 1-3.5-8; Sal: Dt 32, 3-4.7-9.12; Mt 18, 1-5.10.12-14
Evangelio: En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad les digo que, si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad les digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Igualmente, no es voluntad de su Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».
Reflexión: En el capítulo 18, Mateo aborda el tema de las relaciones comunitarias, actualiza las palabras de Jesús para la situación que atravesaba la comunidad del evangelista. En el pasaje de hoy, se plantea, de nuevo, una cuestión que, al parecer, obsesionaba a los discípulos: ¿quién es el más importante, el mayor de todos en el Reino de Dios? Jesús pone de cabeza los valores de este mundo: el más grande —dice— es el que se hace pequeño. Es lo que algunos llaman infancia espiritual, esa pequeñez que genera grandeza porque mueve a depositar toda nuestra confianza en Dios, como los niños en sus padres. Pero Jesús todavía va más allá, los pequeños son también su presencia entre nosotros, en ellos es en quienes lo podemos encontrar.
Oración: Señor, sana nuestras indiferencias para que siempre veamos tu rostro en los pequeños de este mundo.
Miércoles 13
Santos Ponciano, Pp. e Hipólito, Pbro., Mrs. (ML)
Dt 34, 1-12, Sal 65, 1-3.5.16-17; Mt 18, 15-20
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. En verdad les digo que todo lo que aten en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en los cielos. Les digo, además, que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Reflexión: La relación entre los discípulos es clave en la vida cristiana. ¿Pero qué hacer con el hermano o hermana que rompe la comunión? ¿Qué hacer con quien peca? El camino fácil sería exponerlo públicamente. Sin embargo, Jesús nos plantea un camino distinto. Primero se ha de hablar con él personalmente. Si esto no surte efecto se convoca a dos testigos. Solo en un tercer momento se apela a la comunidad. De ese modo, se muestra respeto hacia el hermano y se le da tiempo para recapacitar. Nunca se actúa sin antes escuchar. El objetivo es, pues, proceder con la misma ternura con que nos trata el Padre del cielo a cada uno de nosotros.
Oración: Señor, infúndenos tus sentimientos para que seamos reflejo de tu corazón y actuemos siempre con bondad y compasión.
Jueves 14
San Maximiliano María Kolbe, Pbro. y Mr. (MO)
Jos 3, 7-10a.11.13-17; Sal 113A, 1-6; Mt 18, 21—19, 1
Evangelio: En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo”. Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: “Págame lo que me debes”. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con ustedes mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano». Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Reflexión: El perdón es uno de los asuntos más complejos en cualquier relación. De hecho, aquí Pedro pretende colocarle un límite, solo siete veces. Jesús, en cambio, plantea que el perdón no es medible, no es cuantificable porque es expresión del amor. En consecuencia, es desinteresado, gratuito e inagotable; se lo ofrece «setenta veces siete», es decir, siempre. Como modelo, Jesús nos remite al perdón recibido. Así, en la parábola del siervo despiadado, muestra que, si uno fue perdonado, también debe perdonar. Es una reciprocidad, si recibí misericordia, también debo tener misericordia del que está junto a mí. Eso lo recordamos igualmente en el Padre nuestro: perdónanos como nosotros perdonamos.
Oración: Señor, enséñanos a amar y perdonar siempre, como tú.
Viernes 15
Asunción de la Bvda. Virgen María (S)
Ap 11, 19a; 12, 1.3-6a.10ab; Sal 44, 10-12.16; 1 Co 15, 20-27a; Lc 1, 39-56
Evangelio: En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Reflexión: María desempeñó un rol clave en la revelación. Con humildad, aceptó ser la madre del Redentor, de la Palabra hecha carne y, durante toda su vida, se mantuvo fiel y dócil a la acción del Espíritu Santo. Jesús, en la cruz, nos encomendó a su amor maternal y, después, ella acompañó a la comunidad de los apóstoles en espera del Espíritu Santo. Pero hoy celebramos su asunción al cielo en cuerpo y alma. Ella, que llevó en su cuerpo al Verbo de Dios, es primicia de lo que a todos nos espera: la vida definitiva junto a Dios. Sin experimentar la corrupción, María es llevada al cielo en toda su humanidad para participar de la gloria de su Hijo, junto al Padre. Ella es el anticipo de aquello que todos viviremos en el momento de la resurrección.
Oración: Madre de la esperanza, ayúdanos a valorar las maravillas que el Señor obra en nuestra vida.
Sábado 16
Santos Roque y Esteban de Hungría (ML)
Jos 24, 14-29; Sal 15, 1-2.5.7-8.11; Mt 19, 13-15
Evangelio: En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Déjenlos, no impidan a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.
Reflexión: Los discípulos no terminan de comulgar con los criterios de Jesús. Sus valores culturales les decían que los niños eran los últimos de la escala social, ¿cómo se atrevían a molestar al Maestro? Jesús, en cambio, los reprocha a ellos, y no solo bendice a los niños, sino que los coloca en el centro de la comunidad. Los hace modelo a seguir, pues los discípulos deben caracterizarse por su docilidad a la acción del Padre y su absoluta confianza en Él. Los niños también nos enseñan la espontaneidad y sinceridad, así como la rectitud de corazón y de intenciones. Por eso, ellos sintetizan las actitudes con que podemos participar del Reino de Dios.
Oración: Señor, infúndenos la confianza de los niños para poner en tus manos todo lo que somos y esperamos.
Domingo 17
XX del Tiempo Ordinario
Jr 38, 4-6.8-10; Sal 39, 2-4.18; Hb 12, 1-4; Lc 12, 49-53
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo he venido a prender fuego sobre la tierra, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».
Reflexión: Las enseñanzas de Jesús son signo de contradicción; son una Buena Noticia, pero, al mismo tiempo, una denuncia clara de aquello que no corresponde al Reino de Dios. Por eso, dice que ha «venido a prender fuego sobre la tierra». La experiencia de ese fuego lo vive el mismo, con el bautismo (la cruz) que se le avecina. Pero ese fuego, a su vez, simboliza la pasión con que llevó adelante la obra que le encomendó el Padre. Sus enseñanzas no dejan indiferente a nadie, unos las aceptan y otros no. Eso lleva a divisiones que se producen al interior de la familia misma. Unos decidirán seguirlo y otros no. La dureza de sus palabras son una invitación a una adhesión firme a la Buena Noticia.
Oración: Señor Jesús, enciende el fuego de tu Evangelio en nuestros corazones para anunciarte con valentía.
Lunes 18
Santa Elena y san Alberto Hurtado, presbítero
Jc 2, 11-19; Sal 105, 34-37.39-40.43-44; Mt 19, 16-22
Evangelio: En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Él le preguntó: «¿Cuáles?». Jesús le contesto: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo». El joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?». Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme». Al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico.
Reflexión: «¿Qué hacer para conseguir la vida eterna?», esta pregunta resuena en la mayoría de corazones. Es una meta, pero, al mismo tiempo, una motivación para asumir un determinado estilo de vida. El primer camino son los mandamientos, solo con cumplirlos ya se construye un mundo mejor. Es el paso mínimo, pero Jesús nos invita a ir más allá, nos pide generosidad y total desapego de las cosas materiales, y luego hacerse discípulos suyos. Este es el nivel más alto en la búsqueda de una vida realmente plena. Al joven rico, ese desprendimiento le pareció demasiado, no pudo poner su seguridad en Dios más que en sus bienes. ¿Y nosotros estamos dispuestos a hacer del Señor nuestro todo?
Oración: Señor Jesús, enséñanos a decirte sí y a mantenerlo con fidelidad a lo largo de la vida.
Martes 19
San Juan Eudes, presbítero (ML)
Jc 6, 11-24a; Sal 84, 9.11-14; Mt 19, 23-30
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad les digo que difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos». Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo». Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». Jesús les dijo: «En verdad les digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, también ustedes, los que me han seguido, se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros».
Reflexión: Algunas enseñanzas de Jesús desconciertan. ¿Se oponía a la riqueza? Tenemos que relacionar este pasaje con otros textos para hallar su hilo conductor. Ya lo dijo Jesús en otra ocasión: «Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón» (Mt 6, 21). Esta es la clave, porque, si hacemos del dinero nuestro mayor objetivo en la vida, lo convertimos en un ídolo. Y no podemos servir a dos señores (Dios o el dinero), tendremos de optar por uno de ellos (Mt 6, 24). Si la riqueza es nuestro todo, ya no queda lugar ni para Dios ni para el prójimo. Es a estos ricos a quienes se refiere Jesús, aquellos que hacen del dinero su dios. Ellos se autoexcluyen del Reino de Dios, se niegan a entrar en él, a menos que opten por la justicia y por dejar que el Señor se transforme en su único tesoro.
Oración: Padre bueno, enséñanos a compartir nuestros bienes y a no hacer del dinero nuestro mayor objetivo en la vida.
Miércoles 20
San Bernardo, abad y doctor (MO)
Jc 9, 6-15, Sal 20, 2-7; Mt 20, 1-16
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que están aquí el día entero sin trabajar?». Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor”. Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
Reflexión: Esta parábola resulta desconcertante para muchas personas. ¿Cómo es posible que alguien que trabaja solo una hora gane lo mismo que quienes se sacrificaron todo el día? Visto desde la perspectiva de los méritos no resulta justo, pero, si lo miramos con los anteojos de la gratuidad, cambia todo. Entonces apreciamos la generosidad del dueño. ¿Quién se atreve a contratar peones a medio día o, peor aún, a las cinco de la tarde? Con los primeros acuerda en un denario, pero con los demás no fija un precio. Sin embargo, a la hora de pagar los jornales, todos reciben lo mismo. Unos según lo pactado, otros de acuerdo con la generosidad del amo. El mensaje es claro, no somos nosotros quienes nos ganamos el cielo, este es un don de Dios.
Oración: Gracias, Señor, porque tú nos pagas no según nuestros méritos, sino según tu generosidad.
Jueves 21
San Pío X, Papa (MO)
Jc 11, 29-39a; Sal 39, 5.7-10; Mt 22, 1-14
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Vengan a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, llámenlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».
Reflexión: Este texto nos pone frente a una pregunta acuciante en la vida cristiana: ¿Por qué algunos aceptan la invitación del Señor y otros la rechazan? Todo un misterio, como lo es también el corazón humano. La propuesta del Señor es siempre la misma, conocerlo para seguirlo, aprender de Él para vivir como Él, estar con Él para ser sus enviados. En este caso, los primeros invitados lo rechazan, se niegan a participar de la boda del Reino. Somos libres de optar o no por entrar en el banquete del Señor. Lo cierto es que la negativa de los primeros (el pueblo hebreo) permite que sean abiertas las puertas a todos los pueblos, entre ellos nosotros.
Oración: Padre bueno, concédenos revestirnos de Cristo para que entremos un día en el banquete definitivo de tu Reino.
Viernes 22
Bienaventurada Virgen María Reina (MO)
Rt 1, 1.3-6.14b-16.22; Sal 145, 5-10; Mt 22, 34-40
Evangelio: En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la ley y los profetas».
Reflexión: Una vez más, un experto de la religión intenta ponerle una trampa a Jesús. La pregunta que le plantea es compleja, ¿cómo escoger el mandamiento principal entre los 613 que conformaban la ley judía por entonces? Jesús no tiene dudas, el mandamiento principal es el amor bidireccional. Esto es, el amor a Dios con todo lo que uno es y al prójimo como a uno mismo. En este se resumen toda la ley y los profetas, es decir, toda la Sagrada Escritura. Otros pasajes del Nuevo Testamento incluso dirán que el amor a Dios solo se expresa en el amor al hermano (1 Jn 4, 20) o que quien ama al prójimo cumple toda la ley (Rm 13, 18). Nuestro amor a Dios, pues, solo puede expresarse en el trato a los demás.
Oración: Gracias, Señor Jesús, porque tú nos enseñas lo fundamental de nuestra vida de fe.
Sábado 23
San Felipe Benizi
Rt 2, 1-3.8-11; 4, 13-17; Sal 127, 1-5; Mt 23, 1-12
Evangelio: En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: hagan y cumplan todo lo que les digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Atan pesadas cargas sobre los hombros de los demás, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”. Ustedes, en cambio, no les dejen llamar “rabbi”, porque uno solo es su maestro, y todos ustedes son hermanos. Y no llamen padre de ustedes a nadie en la tierra, porque uno solo es su Padre, el del cielo. No se dejen llamar maestros, porque uno solo es su maestro, el Mesías. El primero entre ustedes será su servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Reflexión: En su capítulo 23, Mateo recoge las críticas más duras de Jesús a los fariseos. El Maestro distingue entre lo que se debe hacer y lo que, en realidad, se hace. La ley tiene que encarnarse para ser efectiva, de lo contrario solo genera egoísmo y prepotencia. Una ley encarnada consiste en dejar que su espíritu sea libre. Eso nos permite poner en el centro, no el cumplimiento, sino el compromiso. Así, la prioridad será siempre el otro y su dignidad, no mi imagen y mis logros. Es por ello que Jesús advierte sobre los títulos «rabí», «padre», «maestro» cuando el único título que nos humaniza es llamarnos hermanos y hermanas y ser servidores humildes para generar vida plena para todos.
Oración: Señor, aunque nos gusta llamar la atención, ayúdanos a ser personas humildes y serviciales.
Domingo 24
XXI del Tiempo Ordinario
Is 66, 18-21; Sal 116, 1-2; Hb 12, 5-7.11-13; Lc 13, 22-30
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y pueblos enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?». Jesús les dijo: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. Les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán afuera y llamarán a la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos”; y él les contestará: “No sé quiénes son ustedes”. Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él contestará: “No sé quiénes son ustedes. Aléjense de mí, malvados”. Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahám, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras ustedes habrán sido echados fuera. Y vendrán muchos de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Miren: hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».
Reflexión: A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha buscado manipular a la divinidad. En este pasaje se plantea esa misma cuestión, establecer una medida de la misericordia de Dios: ¿cuántos van a salvarse? Y lo principal: ¿estoy yo en la lista? Es como querer determinar por estadística cuánta es la misericordia del Señor. Pero Jesús no cae en el juego. Más que una respuesta (un número), formula una exhortación: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha». Nada de atajos fáciles, seguir a Jesús significa aprender de Él para vivir como Él. Naturalmente esto exige un cambio de criterios, una nueva perspectiva, que requiere esfuerzo, dedicación, renuncia y adhesión vivencial.
Oración: Señor Jesús, ayúdanos a vivir desde ya como salvados, es decir, según los valores de tu Evangelio.
Lunes 25
Beata Tránsito Cabanillas
y santos Luis rey de Francia y José de Calasanz
1 Ts 1, 1-5.8b-10; Sal 149, 1-6.9; Mt 23, 13-22
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quieren. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que viajan por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo consiguen, lo hacen digno de la “gehenna” el doble que ustedes! ¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él».
Reflexión: El Señor es durísimo en este pasaje contra los profesionales de la fe, los escribas y fariseos, quienes se consideraban dueños de la revelación y usaban lo religioso en beneficio propio. Por eso, los tres ayes son acusaciones muy graves. Dice que ellos 1) cierran el acceso al Reino de Dios, no entran ni dejan entrar; 2) hacen discípulos para la condenación; y 3) lucran con la religión. Tanta es su ceguera que tergiversan el sentido de lo sagrado, dan más importancia a lo material que a quien convierte en sagrado al templo o al altar. En sí, este pasaje es un llamado de atención para todos, para no manipular las cosas de Dios y menos utilizarlas en beneficio propio.
Oración: Señor Jesús, ayúdanos a ser personas auténticas y transparentes como lo eras tú.
Martes 26
Beato Ceferino Namuncurá
1 Ts 2, 1-8; Sal 138, 1-6; Mt 23, 23-26
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidan lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera».
Reflexión: Prosiguen hoy otros dos de los siete ayes que mateo reúne contra los escribas y fariseos. Tanto han perdido el sentido de las cosas que, haciendo gala de cumplidores de la ley y las tradiciones, las han vaciado de valor. Así ocurre con el diezmo, son estrictos cumplidores de lo banal (diezmo del comino o la menta), pero dejan de lado lo fundamental: «la justicia, la misericordia y la fidelidad». Son escrupulosos en las minucias, y laxos, relajados en lo esencial; en otras palabras, «filtran el mosquito y se tragan el camello». La segunda cuestión es sobre las purificaciones. Son estrictos en limpiar todos los objetos, cuando lo principal es purificar el propio corazón. He allí el desafío que nos lanza Jesús a todos.
Oración: Señor, libéranos de las apariencias y danos rectitud de corazón.
Miércoles 27
Santa Mónica (MO)
1 Ts 2, 9-13; Sal 138, 7-12; Mt 23, 27-32
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que se parecen a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; lo mismo ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están repletos de hipocresía y crueldad. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican sepulcros a los profetas y ornamentan los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas!”. Con esto atestiguan en contra suya, que son hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmen también ustedes la medida de sus padres!».
Reflexión: Jesús no trata con miramientos a los farsantes que hacen de la religión un mercado de mentiras y engaños. Ahora cuestiona el afán por fingir, por aparentar y querer mostrar cierto rostro hacia fuera, cuando por dentro solo se es hipocresía e iniquidad. Por otro lado, cuestiona el afán de presumirse inocentes, cuando, en realidad, se es tan culpable como los antepasados que asesinaron a los profetas. Jesús lo dice porque los escribas y fariseos buscaban su muerte. Pero la Iglesia de todos los tiempos no siempre ha tratado bien tampoco a sus justos y profetas. Las palabras de Jesús son, también hoy para nosotros, un llamado a ser coherentes con los que profesamos.
Oración: Señor, libéranos de las hipocresías y ayúdanos a tener una fe auténtica.
Jueves 28
San Agustín, obispo y doctor (MO)
1 Ts 3, 7-13; Sal 89, 3-4.12-14.17; Mt 24, 42-51
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estén en vela, porque no saben qué día vendrá su Señor. Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estén también ustedes preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del Hombre. ¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad les digo que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si dijere aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes».
Reflexión: Los capítulos 24 y 25 de Mateo reúnen los discursos escatológicos de Jesús. En ellos el Maestro nos llama a estar atentos y vigilantes, a hacer vida sus enseñanzas, ya que, cuando menos lo esperemos, el regresará para ajustar cuentas. Será feliz el siervo a quien su Señor lo encuentre vigilante y atento. Por ello, más que preocuparse por cuándo volverá Jesús, lo importante es asumir con gozo la misión de hacer vida sus enseñanzas. Si se concibe la fe solo como un deber es fácil dejar siempre para después la fidelidad y el cumplimiento. Distinto, en cambio, es cuando prima el compromiso, ya que este es permanente, nace del corazón, no requiere supervisores.
Oración: Señor, danos una fe madura para que seamos perseverantes en la vivencia de tu Evangelio.
Viernes 29
Martirio de san Juan Bautista (MO)
Jr 1, 17-19; Sal 70, 1-6.15.17; Mc 6, 17-29
Evangelio: En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista». Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista». El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Reflexión: El profeta habla de parte de Dios. Sus denuncias normalmente provocan reacciones a favor y en contra, aunque la mayor oposición viene de los poderosos. Así ocurrió con Juan Bautista. Señaló la ilegítima relación de Herodes con su cuñada y eso lo llevó, primero, a la cárcel y, luego, a la muerte. Su decapitación ocurre en una escena patética, un banquete se consuma con una decapitación; el mal es ostentoso, pero el bien siempre termina por prevalecer. Herodes, el rey, sucumbe ante una jovencita y, luego, ante su propia palabra. No es realmente soberano, el qué dirán y el capricho de dos mujeres determinan sus decisiones. El profeta, como Juan, sin embargo, siempre está dispuesto a dar su propia vida por la Palabra del Señor.
Oración: Señor, danos la valentía de Juan Bautista para ser siempre fieles a tu Evangelio.
Sábado 30
Santa Rosa de Lima, virgen (F)
1Co 10,17. 11,2; Sal 148,1-2.11-14; Mt 13, 44-46
Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Reflexión: Celebramos la solemnidad de santa Rosa de Lima y nada mejor que el evangelio de hoy para ilustrar lo que caracterizó a la santa limeña. La lógica de Dios siempre va contracorriente. El Reino de los Cielos se identifica con la sencillez, la pequeñez y la cotidianidad. Esos son los pilares que sostienen la grandeza de la fe; la que, a su vez, es capaz de sostener a todos los que buscan a Dios con corazón sincero. Por eso, Jesús opta por darnos su mensaje en parábolas que abren la mente y el corazón. Cuando las Escrituras se leen desde abajo, desde los últimos, se comprende mucho mejor lo que Dios Padre nos quiere revelar.
Oración: Pidamos por todos los que tienen a santa Rosa como patrona para que encarnen su devoción mediante la solidaridad y la fraternidad.
O bien los textos litúrgicos del día:
1 Ts 4, 9-11; Sal 97, 1.7-9; Mt 25, 14-30
Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil échenlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».
Reflexión: Esta parábola nos plantea varias cuestiones existenciales: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿En qué estoy gastando mis días? O, a fin de cuentas, ¿qué tengo entre manos? ¿Qué puedo ofrecer? Jesús recurre a una parábola para decirnos que no venimos al mundo con las manos vacías, tenemos una serie de capacidades, habilidades y dones que necesitamos hacer fructificar a lo largo de la vida. En la parábola, los siervos reciben entre uno y cinco talentos (cada uno equivalía a 27 kilos de oro). Es una cantidad enorme. Los dos primeros, efectivamente, se empeñan en ponerlos a trabajar y los duplican. El tercero, en cambio, se limita a enterrarlo por temor a la severidad de su señor. Al final, si no hacemos fructificar los dones de Dios corremos el riesgo de quedarnos con las manos vacías.
Oración: Señor, asístenos con tu gracia para que nuestra vida de fe sea fecunda.
Domingo 31
XXII del Tiempo Ordinario
Eclo 3, 17-18.20.28-29; Sal 67, 4-7.10-11;
Hb 12, 18-19.22-24a; Lc 14, 1.7-14
Evangelio: Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer; y ellos lo observaban atentamente. Notando que los invitados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te inviten a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan invitado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que los invitó a ti y al otro y te dirá: “Cédele a este tu sitio”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al contrario, cuando te inviten, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga quien te invitó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Reflexión: El Maestro nos enseña a comportarse incluso en situaciones básicas. Intentar sobresalir es una tentación frecuente, como ocurre en los banquetes. Ropas vistosas, afán por estar cerca del anfitrión. Jesús, en cambio, invita a lo contrario, buscar el anonimato, relegarse. Así incluso puedes quedar bien si luego te invitan a ocupar otro puesto. Pero Jesús va más allá en su enseñanza, ahora dirigida al anfitrión. Lo importante es a quiénes y por qué se los invita. ¿Solo por el interés de ser retribuidos? Distinto es cuando se convida a los «pobres, lisiados, cojos y ciegos». Ellos no pueden correspondernos, así que la única motivación tendrá que ser la gratuidad, como hace el Padre del cielo.
Oración: Señor Jesús, enséñanos a ser como tú, a actuar movidos por la gratuidad. |