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MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - JUNIO 2025
-Por Padre Jesús Antonio Weisensee Hetter-

Intención del Papa para el mes de junio: Oremos para que cada uno de nosotros encuentre consolación en la relación personal con Jesús y aprenda de su Corazón la compasión por el mundo.

 

DOMINGO 01
Ascensión del Señor (S)
Hch 1, 1-11; Sal 46, 2-3.6-9; Ef 1, 17-23; o bien Hb 9, 24-28; 10, 19-23; Lc 24, 46-53

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de todo esto. Yo les enviaré lo que mi Padre ha prometido; permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto». Después los llevó hacia Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante Él y volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Reflexión: Con la ascensión, con el retorno de Jesús al Padre, se consuma la encarnación. Lucas narra de forma distinta, lo que a lo largo de estos días hemos leído en Juan: Jesús debía volver al Padre, pero no nos deja abandonados, nos promete el Espíritu Santo para que sea nuestra luz y guía. Y también demarca el rol que nos corresponde desempeñar a los cristianos: ser sus testigos en todo el mundo. La misión parece inabarcable, por eso, nos traza pasos concretos que tienen como punto de partida la ciudad de Jerusalén. Desde aquí el Evangelio se irradiará al mundo entero.

Oración: Señor, envíanos como tus misioneros, incluso en nuestro pequeño mundo cotidiano.

PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 1 JUNIO 2025, HAGA CLIC AQUÍ:

 

 

LUNES 02
Santos Marcelino y Pedro, mártires (ML)
Hch 19, 1-8; Sal 67, 2-7; Jn 16, 29-33

Evangelio: En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por esto creemos que tú has salido de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creen? Miren: se acerca la hora, ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y a mí me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo».

Reflexión: A poco de que Jesús concluya su discurso de despedida, al fin sus discípulos entienden sus palabras y confiesan su fe en el Señor: «Creemos que has venido de Dios». Estaban listos entonces para aceptar que ahora Él volvía al Padre, reconocían explícitamente su identidad de Hijo y su misión en el mundo. Según Juan, Jesús no deja a los suyos en la completa noche para afrontar el momento de la cruz. Esta será la mayor prueba para su fe y, aunque de momento los domine el miedo y se dispersen, cuando recobren la calma, el Señor les devolverá la paz para ver con lucidez. Esto es así porque Jesús nos deja con una certeza: Él «ha vencido al mundo»; aunque no parezca, las fuerzas del mal ya están derrotadas.

Oración: Sostén, Señor, nuestros corazones con tu paz para que las tempestades de la vida no nublen nuestra esperanza.

PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 2 JUNIO 2025, HAGA CLIC AQUÍ:

 

 

MARTES 03
Santos Carlos Luanga y Comps., mártires (MO)
Hch 20, 17-27; Sal 67, 10-11.20-21; Jn 17, 1-11a

Evangelio: En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu Palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».

Reflexión: El capítulo 17 de Juan equivale al testamento de Jesús, ya que aquí se reúne los principales aspectos de su identidad y su misión. Todo el capítulo gira en torno a la hora. Lo que antes era futuro («Todavía no ha llegado mi hora») ahora se transforma en presente. Ha llegado el momento de la consumación definitiva, el momento de la revelación plena, en que se verá claro que Jesús ha venido del Padre y a Él volvía. La obra que le encomendó el Padre la ha realizado a cabalidad. Él debía partir, pero deja a sus discípulos en manos del Padre porque también ellos le pertenecen, son hijos en el Hijo. La mayor expresión de su identidad filial será si permanecen unidos, como reflejo de la unidad trinitaria.

Oración: Guarda, Señor, nuestras comunidades para que siempre mantengan la unidad.

 

PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 3 JUNIO 2025, HAGA CLIC AQUÍ:

 

MIÉRCOLES 04
Santa Clotilde
Hch 20, 28-38; Sal 67, 29-30.33-36; Jn 17, 11b-19

Evangelio: En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».

Reflexión: Jesús prosigue intercediendo por sus discípulos. Ruega para que ellos se mantengan unidos a imagen de la unidad trinitaria. Mientras estaba con ellos, Él, como maestro-pastor, fue formando a aquellos que seguirían sus pasos. Pero ante su inminente partida, pide la protección del Padre. Esta no se traduce en un escapismo del mundo, sino en la capacidad para verse libres de las fuerzas del mal, para que estas nunca lleguen a dominarnos. La misión, entonces, se lleva a cabo en el mundo, en medio de dificultades, tal como el Maestro. Así, queda hecha la transición, el proyecto que el Padre había encomendado al Hijo ahora Él lo delega a sus seguidores.

Oración: Señor, danos fuerza para trabajar activamente en la obra que nos has encomendado.

PARA ESCUCHAR EN AUDIO LA REFLEXIÓN DEL EVANGELIO 4 JUNIO 2025, HAGA CLIC AQUÍ:

 

 

JUEVES 05
San Bonifacio, obispo y mártir (MO)
Hch 22, 30; 23, 6-11; Sal 15, 1-2.5.8-11; Jn 17, 20-26

Evangelio: En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Reflexión: Las últimas palabras del testamento de Jesús trascienden el tiempo, van dirigidas para nosotros, los discípulos de cualquier época y lugar. Mis discípulos han creído en mi Palabra, dice Jesús, y los del futuro creerán gracias al testimonio de ellos. Nosotros, pues, conocemos al Señor a través de la larga tradición que se remonta hasta los apóstoles. Por eso, las comunidades de todos los tiempos deberían mantener el proyecto inicial de Jesús: que todos seamos uno, que este vínculo se funde en el amor mutuo, cuya fuente es el amor mismo del Dios Trino. Más que solo con palabras, Jesús nos pide que lo demos a conocer al mundo con la vida, ya que solo así logramos que el Evangelio sea creíble.

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a tener tus mismos sentimientos y actitudes para que nuestras comunidades se mantengan en la unidad.

 

VIERNES 06
Santos Marcelino Champagnat y Norberto (ML)
Hch 25, 13b-21; Sal 102, 1-2.11-12.19-20; Jn 21, 15-19

Evangelio: Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?», y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».

Reflexión: El liderazgo de Pedro en la comunidad estaba bien definido, él toma la iniciativa y encabeza al grupo de discípulos que parten a la pesca, a la labor misionera. Sin embargo, también le quedaba el amargo recuerdo de su triple negación del Señor. Pero ahora Él le ofrece la posibilidad de rehabilitarse, porque Él no llama a los perfectos. Tres veces le pregunta Jesús si lo ama, pero Simón, consciente de sus límites (ya no hace alarde de sí mismo como en la última cena), solo puede responder que lo quiere. Con todo, el Señor se fía de él y las tres veces lo invita a apacentar su rebaño, a amar como Él ama, porque ahora está listo para ser su discípulo, para seguirlo.

Oración: Señor, concédenos la gracia de responder a tu llamada y ser fieles en vivir las propuestas del Evangelio.

 

SÁBADO 07
María Reina de los Apóstoles
Hch 28, 16-20.30-31; Sal 10, 4-5.7; Jn 21, 20-25

Evangelio: En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y este, ¿qué?». Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme». Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?». Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo podría contener los libros que habría que escribir.

Reflexión: Este final de Juan es un tanto curioso. Aunque Jesús ya le había confirmado a Pedro su elección, él parece inquietarse por la presencia del discípulo amado. Deja de poner atención a su propio camino de seguimiento para andar fisgoneando en el de otros. El Señor le recuerda que lo principal es preocuparse por responder a la invitación que Él nos ha hecho a cada uno. Queda resonando en nuestros oídos sus últimas palabras: «Tú sígueme». Por otra parte, Juan cierra su Evangelio definiendo lo que es. No se trata de un libro de historia ni una biografía, sino de un testimonio. Su finalidad es que creamos en Jesús.

Oración: Señor, gracias por seguirnos llamando cada día a pesar de nuestras debilidades, gracias por seguir confiando en nosotros.

DOMINGO 08
Pentecostés (S)
Hch 2, 1-11; Sal 103, 1.24.29-31.34; 1 Co 12, 3b-7.12-13; Jn 20, 19-23

Evangelio: Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pe­cados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».

Reflexión: Pentecostés es un momento crucial en la historia de la Iglesia, marca el inicio del protagonismo de los discípulos en el anuncio del Evangelio. Había concluido el tiempo de aprendizaje, en el que Jesús era el protagonista del anuncio del Reino. Ahora son ellos los responsables de proseguir con la obra iniciada por el Señor. Pero Él no abandona a los suyos a sus solas fuerzas, promete enviarles su Espíritu Santo, como celebramos hoy. Es esta fuerza vivificante y renovadora recibida de lo alto la que cambió los corazones y actitudes de los discípulos y los capacitó para la misión que Jesús les encomendó.

Oración: Espíritu Santo, renuévanos con tu fuerza creadora para que anunciemos el Evangelio de Jesús con valentía.

 

LUNES 09
Bvda. Virgen María, Madre de la Iglesia (MO)
Gn 3, 9-15.20; o bien Hch 1, 12-14; Sal 86, 1-3.5-7; Jn 19, 25-34

Evangelio: Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada a vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu. Los judíos, como era el día de la preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado— porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero, al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lan­za y al instante salió sangre y agua.

Reflexión: La devoción mariana es el testamento final que Je­sús legó a su Iglesia desde su cruz. Allí, cuando estaba a punto de dar lo último de sí, nos concedió lo más importante que tenía: su madre, para que fuera también madre nuestra. Por medio del discípulo amado, nos dice a todos: «Ahí tienes a tu madre». De esa forma, también le encomendó a María la misma tarea que realizó con Él, es decir, que nos proteja y, como ella, nos ayude a ser dóciles al llamado de Dios y a responderle siempre con prontitud. Por eso, nuestro trato con María, más que devocional, es ejem­plar y relacional, pues ella nos enseña cómo seguir a su Hijo.

Oración: Gracias, Señor Jesús, porque también nos has hecho hijos de tu santísima madre María.

 

MARTES 10
Beato Juan Dominici
2 Co 1, 18-22; Sal 118, 129-135, Mt 5, 13-16

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en los cielos».

Reflexión: Retomamos hoy el Tiempo Ordinario y proseguimos con la lectura del sermón de la montaña, interrumpida al iniciarse la Cuaresma. En el pasaje de hoy, Jesús recalca la dimensión testimonial del discipulado. Aunque seguirlo es una opción personal, no se restringe a algo intimista. Más bien, tiene una dimensión misionera, de tal forma que mi experiencia de seguimiento se transforme en anuncio y testimonio o, como lo dice Jesús, en sal y luz para el mundo. Estas metáforas recalcan el sentido y la claridad que puede aportar una vida de fe coherente.

Oración: Señor, solos nos es imposible, únicamente con tu gracia podemos ser sal y luz del mundo.

 

MIÉRCOLES 11
San Bernabé, apóstol (MO)
Hch 11, 21b-26; 13, 1-3; Sal 97, 1-6; Mt 10, 7-13

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Vayan y proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis. No lleven en la faja oro, plata ni monedas; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entren en un pueblo o aldea, averigüen quién hay allí de confianza y quédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar en una casa, saluden; si la casa se lo merece, la paz que le desean vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a ustedes».

Reflexión: Bernabé, un apóstol de la segunda generación, fue un destacado misionero de la naciente Iglesia. Originario de Chipre, se integró a la comunidad de Jerusalén (Hch 4, 36). Después, desempeñó un papel preponderante para que la Iglesia aceptara a Pablo de Tarso (Hch 9, 27). Juntos serán evangelizadores destacados en Antioquía (Hch 11, 24-30) y fundadores de varias comunidades en distintas ciudades de Asia Menor. También asistió al concilio de Jerusalén (Hch 15), en el que se definió que los paganos no necesitaban abrazar el judaísmo para ser admitidos en la Iglesia, un paso clave para la difusión del cristianismo. Tiempo después se separa de Pablo y prosigue su labor misionera por su cuenta (Hch 15, 36-41).

Oración: Señor, suscita personas llenas de tu Espíritu Santo como san Bernabé, para que lleven tu Evangelio hasta los confines del mundo.

O bien el texto litúrgico del día

2 Co 3, 4-11; Sal 98, 5-9; Mt 5, 17-19

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No crean que he venido a abolir la ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar pleno cumplimiento. En verdad les digo que, antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos».

Reflexión: La revelación es siempre gradual, como círculos concéntricos que van ahondando cada vez más en el conocimiento de Dios y su proyecto de amor. En este sentido, Jesús no ha venido a cancelar lo anterior, sino, como Él mismo lo dice, a llevarlo a su plenitud. En Jesús confluye y, a la vez, desde Él se irradia toda la revelación, Él es la expresión máxima de la manifestación de Dios. Por eso, en Él conocemos vivencialmente la voluntad del Padre y sus mandatos, su ley. En ese sentido, será grande quien enseñe a cumplirla.

Oración: Danos sabiduría, Señor Jesús, para hacer de tu Evangelio la luz de nuestras vidas.

JUEVES 12
San Onofre
2 Co 3, 15—4, 1.3-6; Sal 84, 9ab.10-14; Mt 5, 20-26

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad les digo: Si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Llega a un acuerdo con tu adversario, mientras van de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

Reflexión: ¿Qué vale más, cumplir con rituales religiosos o vivir reconciliados? ¿Qué es mejor, la observancia de preceptos o mantener relaciones humanas armónicas? Ciertamente, lo segundo. De acuerdo con este pasaje de san Mateo, nuestra fe se debe caracterizar por promover genuinas relaciones entre nosotros basadas en el amor, cuya fortaleza provenga de nuestra fe en Dios. Solo entonces ponemos en práctica el sentido profundo de la ley y, concretamente, el precepto de no matar. Pues este va más allá de la prohibición de atentar contra la vida de los demás. El solo hecho de incurrir en odio o denigrar la dignidad del hermano llamándolo «imbécil» o «necio» es ya un atentado contra su vida. A Dios, antes que nuestras ofrendas, le agrada que vivamos reconciliados.

Oración: Señor, aumenta nuestra fe y danos la fortaleza de tu corazón para lograr contruir entre nosotros relaciones humanas armónicas.

 

 

VIERNES 13
San Antonio de Padua, presbítero y doctor (MO)
2 Co 4, 7-15; Sal 115, 10-11.15-18; Mt 5, 27-32

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”. Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”. Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo les digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio».

Reflexión: Mateo sigue presentando a Jesús como el nuevo legislador, que viene a revelarnos la nueva ley, una ley que exige, asimismo, nuevas actitudes y dispo­siciones. Ya no se trata solo de un cumplimiento (demostraciones externas, rituales, tradiciones), sino la propuesta de una relación con Dios que se exterioriza con las intenciones y actitudes; es un proceso de identificación con el proyecto del Padre. Por eso, en este pasaje, antes que los hechos en sí, Jesús nos pide controlar la raíz que los origina: nos invita a trabajar en la pureza de las intenciones. Por otro lado, aborda un asunto controvertido: el divorcio. Aunque no se lo menciona en este pasaje, aquí la cuestión de fondo es el proyecto original del Padre, que no sea separado lo que Él ha unido.

Oración: Gracias, Señor Jesús, por enseñarnos a vivir según tu corazón.

 

SÁBADO 14
San Metodio de Constantinopla
2 Co 5, 14-21; Sal 102, 1-4.8-9.11-12; Mt 5, 33-37

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Han oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. Pero yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que su hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Reflexión: Se supone que nuestra fe nos ayuda a ser mejores personas y que nuestra adhesión al Señor la expresamos con la rectitud del ser y el actuar, es decir, con honestidad y veracidad. En este pasaje, Jesús señala con claridad el estilo que debe caracterizar a los creyentes. Por eso, nos exhorta a no jurar, porque si, cuanto decimos es auténtico, solo basta nuestra palabra, no requerimos otros respaldos para ser creíbles. En otros términos, necesitamos que nuestra fe se refleje en nuestra manera de actuar y relacionarnos con los demás, donde nuestras palabras sean la expresión fiel de nuestras opciones y convicciones, que el sí sea sí y el no sea no.

Oración: Señor, danos un corazón sincero e intenciones íntegras para que nuestra palabra siempre sea creíble.

DOMINGO 15
Santísima Trinidad (S)
Pr 8, 22-31; Sal 8, 4-9; Rm 5, 1-5; Jn 16, 12-15

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por decirles, pero ustedes no las pueden comprender por ahora; cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo comunicará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

Reflexión: El misterio de Dios sobrepasa nuestras capacidades humanas, solo podemos conocerlo gracias al depósito de la revelación. Por medio de Jesús, Dios se nos ha manifestado como Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La iniciativa de revelarse es suya, Él salió a nuestro encuentro para que pudiéramos conocerlo. En la creación nos ha dejado indicios de su presencia para que intuyamos su existencia. Pero es gracias a su revelación explícita —transmitida en el Antiguo Testamento y, sobre todo, a través de su Hijo— que nos ha revelado su rostro. Es decir, un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, iguales en gloria y dignidad, fundamento de nuestra fe.

Oración: Señor Jesús, ayuda a nuestras comunidades a ser testimonio vivo de la comunión de amor de la Trinidad.

 

LUNES 16
San Aureliano, obispo
2 Co 6, 1-10; Sal 97, 1-4; Mt 5, 38-42

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Han oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo les digo: no hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

Reflexión: ¿Cómo entender estas palabras de Jesús? Su lógica va contra nuestro sentido común. Pero Jesús enseña con el ejemplo, no pide algo que Él no haya hecho. La explicación a estos dichos la hallamos en la pasión del Señor. Ahí vemos lo que significa no devolver con la mis­ma moneda y renunciar a sí mismo. Es vivir en sintonía de amor con Aquel que es amor, con Aquel que dio su vida por nosotros y nos invita a ser presencia suya en el mundo. Pero, además, su enseñanza tiene un sentido sapiencial, ya que al mal no se lo vence a fuerza de mal, sino con la fuerza del bien. Una respuesta así le hace ver al violento y al abusivo el despropósito de sus actitudes.

Oración: Señor Jesús, infúndenos tu serenidad para que no nos venza el desborde de emociones y sepamos vencer al mal con el poder del bien.

 

MARTES 17
San Ismael
2 Co 8, 1-9; Sal 145, 2.5-9; Mt 5, 43-48

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”? Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si aman a los que los aman, ¿qué premio tendrán? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludan solo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Reflexión: «Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto», una expresión extraña, que a menudo la asociamos con la carencia de defectos o fallas. Sin embargo, Jesús mismo nos explica el sentido de sus palabras: sean como el Padre «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos». No es, pues, el Dios justiciero, listo para enviar sus castigos ante el mínimo error nuestro. La perfección a la que Jesús nos invita aquí es aquella de la compasión, la misericordia. ¿Qué mayor expresión de esta que el amor a los enemigos y la oración por nuestros perseguidores? Dejar de atizar el fuego de los odios y venganzas puede ser la semilla para futuras relaciones auténticamente fraternas.

Oración: Aplaca, Señor, nuestros impulsos de venganza, para que nunca devolvamos mal por mal.

 

MIÉRCOLES 18
San Gregorio Barbarigo, obispo
2 Co 9, 6-11; Sal 111, 1-4.9; Mt 6, 1-6.16-18

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuiden de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tienen recompensa de su Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad les digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Reflexión: El ayuno, la oración y la limosna eran tres prácticas centrales en el judaísmo del tiempo de Jesús. Su finalidad era acercarnos al prójimo y a Dios. Sin embargo, Jesús nos invita a tener cuidado para no desvirtuarlas. El riesgo es convertirlas en motivo de vanidad, hacerlas por puro exhibicionismo. En este caso, más que alimentar nuestra relación con Dios y con el prójimo, nos alejan de ellos; no serían otra cosa que egoísmo. Aprovechar lo sagrado para ser el centro de atención le quita lo bueno que puede aportar a nuestras vidas. En cambio, Jesús nos invita a que nuestras prácticas de fe las hagamos en lo secreto, sin necesidad de ser vistos y aplaudidos. Entonces serán provechosas para nuestra vida.

Oración: Purifica, Señor, nuestras intenciones y danos un corazón sincero.

 

JUEVES 19
San Romualdo, abad (ML)
2 Co 11, 1-11; Sal 110, 1-4.7-8; Mt 6, 7-15

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando recen, no usen muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No sean como ellos, pues su Padre sabe lo que les hace falta antes de que lo pidan. Ustedes oren así: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”. Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, también a ustedes los perdonará su Padre celestial, pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre perdonará sus ofensas».

Reflexión: En la oración del Padrenuestro, Jesús nos revela una de las características fundamentales de Dios: Él es Padre. De allí que nuestra relación con Él deba basarse en la confianza filial. Le pedimos que nos cuide y proteja de las acechanzas del mal y de las carencias de la vida. Pero vivir como hijos suyos también exige que tengamos sus mismos sentimientos y actitudes. Por ello, Jesús insiste en la centralidad del perdón. Mientras a nosotros suele dominarnos la tendencia a la venganza, a Dios lo caracteriza la misericordia. En consecuencia, debemos perdonar siempre, tal como Él lo hace con nosotros.

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a vivir la alegría y el gozo de ser hijos de Dios.

 

VIERNES 20
San Silverio, papa
2 Co 11, 18.21b-30; Sal 33, 2-7; Mt 6, 19-23

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni he­rrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu co­razón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!».

Reflexión: «Acumular, esa es la meta de la vida», dicen muchas voces. Queremos llenarnos de bienes materiales, de títulos, de poder y prestigio, pero ¿son estos realmente duraderos o siempre nos dejan con la sensación de que aún nos falta mucho? Jesús nos advierte del riesgo de fundamentar nuestra vida en cosas y situaciones pasajeras. Y, en lugar de esto, nos invita a lo esencial, a acumular tesoros en el cielo. Es decir, llenarnos de amor al prójimo, de generosidad y sensibilidad hacia los necesitados, alimentar nuestros corazones con el gozo del bien realizado en favor de los demás. Allí donde esté nuestro tesoro, lo que nos parece fundamental, allí está nuestro corazón, nuestras opciones, valores y principios.

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a hacer de los valores de tu Evangelio el mayor tesoro de nuestras vidas.

 

SÁBADO 21
San Luis Gonzaga, religioso (MO)
2 Co 12, 1-10; Sal 33, 8-13; Mt 6, 24-34

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: no estén agobiados por la vida de ustedes pensando qué van a comer, ni por su cuerpo pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Miren los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, su Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes más que ellos? ¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué se agobian por el vestido? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y les digo que ni Salomón, en todo su esplendor, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? No anden agobiados pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen sobre todo el Reino de Dios y su justicia; y todo esto se les dará por añadidura. Por tanto, no se agobien por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».

Reflexión: Si quisiéramos definir lo que significa ser cristianos, una forma es esta: «Cristiano es el que vive y experimenta la paternidad de Dios, ya que es hijo en el Hijo». Por eso, Jesús nos exhorta a confiar y esperar en el Padre, teniendo en cuenta que Él es providente y siempre está pendiente de nosotros. Como demostración, allí tenemos las aves del cielo y los lirios del campo. No se desviven en preocupaciones, pero no carecen de lo fundamental. El Padre los alimenta y embellece. Cuánto más hará entonces por nosotros que somos sus hijos y discípulos de su Hijo. Jesús nos propone la confianza en Dios como antídoto para nuestros agobios y el exceso de preocupaciones.

Oración: Gracias, Jesús, porque tú nos enseñaste cómo vivir desde la confianza en Dios.

DOMINGO 22
El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (S)
Gn 14, 18-20; Sal 109, 1-4; 1 Co 11, 23-26; Lc 9, 11b-17

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud del Reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les contestó: «Denles ustedes de comer». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta». Lo hicieron así, y todos se sentaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Reflexión: El Hijo de Dios no solo asumió nuestra condición humana, no solo se entregó a sí mismo para salvarnos, sino que, además, se ha quedado junto a nosotros en la Eucaristía. En el sacramento de su Cuerpo y su Sangre, Él está vivo y presente en medio de su pueblo. De allí la importancia de esta fiesta, pues creemos en un Dios vivo, que camina junto a nosotros y nos invita a entrar en comunión con Él y con su Iglesia ofrendándose a sí mismo como alimento espiritual. Jesucristo, pues, no es un personaje del pasado, no es un héroe mítico, es una presencia viva entre nosotros. Solo nos pide que le abramos nuestro corazón.

Oración: Señor, danos tu pan eucarístico para que, con la fuerza de este alimento, afrontemos todas las vicisitudes de la vida.

 

LUNES 23
San José Cafasso
Gn 12, 1-9; Sal 32, 12-13.18-20.22; Mt 7, 1-5

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguen, para que no sean juzgados. Porque serán juzgados como juzguen ustedes, y la medida que usen, la usarán con ustedes. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la paja del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la paja del ojo de tu hermano».

Reflexión: Nuestra experiencia de Dios necesariamente está vinculada a la relación con los demás. Por eso, Jesús nos previene de una actitud frecuente: erigirnos como jueces de los otros, pues cuán fácil es ver las faltas ajenas y ser miopes para las propias. ¿Cómo evitar esto? Sencillo, nos dice Jesús, «no juzguen», no se inmiscuyan en cuestiones de conciencia de otros, no pretendan ser dueños de la verdad. Y una segunda regla simple: antes de mirar al del frente, mírate a ti mismo. Entonces te darás cuenta de que mientras el otro solo tiene una pelusa, tú llevas un tron­co en el ojo. Tomar conciencia de la propia situación nos permitirá mirar con más generosidad al prójimo.

Oración: Padre bueno, enséñanos a mirar a los demás como tú, siempre desde la compasión.

 

MARTES 24
Natividad de san Juan Bautista (S)
Is 49, 1-6; Sal 138, 1-3.13-15; Hch 13, 22-26; Lc 1, 57-66.80

Evangelio: A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran mi­sericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se lla­ma así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

Juan Bautista jugó un rol central en la manifestación de Jesús, tanto así que solo de él y de la Virgen María se celebra su nacimiento (su natividad). San Lucas, en sus primeros capítulos, establece un paralelo entre Jesús y Juan. Situaciones comunes son, por ejemplo, la anunciación a María y a Zacarías, el nombre revelado por el ángel, la admiración que ambos niños suscitan en la gente. Esto, sin embargo, no le impide al evangelista resaltar las diferencias entre ambos, la misión de Juan consistirá en ser el precursor del Mesías, él lo presentará al mundo. ¿Pero qué mayor misión que esta? Por eso, la Iglesia lo recuerda con tanto cariño.

Oración: Señor, permite que también nosotros sepamos dar a conocer tu nombre en el mundo de hoy.

 

MIÉRCOLES 25
San Guillermo, abad
Gn 15, 1-12.17-18; Sal 104, 1-4.6-9; Mt 7, 15-20

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conocerán».

Reflexión: ¡Cuánta sabiduría hay en esta sentencia de Jesús! Ante tantos discursos, ante tanta gente que promete maravillas, nos brinda un criterio de discernimiento fundamental: fíjense no en lo que dicen, sino en lo que hacen. Es en la vida, en los frutos donde se pone de manifiesto la sinceridad del corazón. Hoy en día que vivimos rodeados por mares de información y muchos se proclaman dueños de la verdad, necesitamos más que nunca aprender a discernir según este criterio de Jesús. Solo con nuestra vida podemos hacer creíble el Evangelio. ¡He allí el gran desafío!

Oración: Señor, ayúdanos a saber discernir lo que viene de ti y aquello que solo busca hacer daño.

 

JUEVES 26
San Josemaría Escrivá de Balaguer, Pbro. (ML)
Gn 16, 1-12.15-16; F. B. Gn 16, 6b-12.15-16; Sal 105, 1-5; Mt 7, 21-29

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquel día muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”. Entonces yo les declararé: “Nunca los he conocido. Aléjense de mí, los que obran la iniquidad”. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande». Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas.

Reflexión: Para ser discípulo del Maestro de Nazaret, no es suficiente con decirle «Sí, yo creo y acepto todo lo que tú me digas». Lo fundamental es poner en práctica sus enseñanzas, de modo que nuestra vida se vaya cristificando, que nuestra manera de pensar, de sentir, de actuar, de vivir, de amar, sean cada vez más como la de Él; a tal punto que los demás, solo con mirarnos, vean a auténticos cristia­nos que hablan con su vida. Quien es capaz de dar este paso, puede enfrentar cualquier tempestad, cualquier crisis, cualquier derrota, cualquier persecución por dura que sea. De ese modo, demuestra la solidez de su sí al dueño de la vida.

Oración: Maestro Jesús, queremos que el fundamento sobre el que construi­mos nuestra vida sea la roca firme que eres tú mismo y no así los bienes efímeros y pasajeros.

 

VIERNES 27
Sagrado Corazón de Jesús (S)
Ez 34, 11-16; Sal 22, 1-6; Rm 5, 5b-11; Lc 15, 3-7

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: «Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y va a los vecinos para decirles: “¡Alégrense conmigo! He encontrado la oveja que se me había perdido”. Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

Reflexión: La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús tiene una gran trascendencia en la religiosidad popular. Celebra los sentimientos, la sensibilidad y la solidaridad de Dios hacia nosotros y su creación. En su Hijo nos ha revelado cómo es, cómo nos mira, es decir, siempre con amor y desde el amor. Esta festividad nos recuerda el misterio redentor de Cristo. Se inspira en una escena narrada por san Juan: al ver que Jesús había fallecido, los soldados le atraviesan el costado y de este, de su corazón, brota sangre y agua. El Señor, pues, nos da su vida y nos purifica, nos ofrece aquella agua que sacia toda sed y brota hasta la vida eterna (Jn 4, 14).

Oración: Permite, Señor, que, así como tú nos acoges siempre con amor, nosotros también tratemos del mismo modo a los demás.

 

SÁBADO 28
Inmaculado Corazón de la Virgen María (MO)
Is 61, 9-11; Sal: 1 S 2, 1.4-8; Lc 2, 41-51

Evangelio: Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Reflexión: La devoción de hoy va unida a la del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos ayer. La Iglesia nos invita a mirar cómo era María, cómo se relacionaba con Dios y con la gente. Ella nos enseña a seguir a su Hijo desde la sencillez, el silencio, la fidelidad y la entrega. Como vemos en el pasaje de hoy, María no se desespera ante el misterio. Guarda en su corazón aquello que supera su entendimiento. Por eso, para nosotros ella no solo es una madre, que nos acoge en su corazón y nos lleva a su Hijo; también es un modelo de discípula, pues medita la Palabra del Señor en su día a día, guarda en lo profundo de su ser todo lo que está viviendo para unirse cada vez más a su Hijo. Esta es la tarea del discípulo.

Oración: Santa María, con tu ternura maternal, enséñanos a ser cada día mejores discípulos de tu Hijo.

 

O bien el texto litúrgico del día
Gn 18,1-15; Sal: Lc 1,46-55; Mt 8, 5-17

Evangelio: En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo: -Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores. Jesús le respondió: -Iré a sanarlo. El capitán contestó: -Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajó órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace. Jesús se quedó mirando al oír esto, y dijo a lo que lo seguían: -Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a comer con Abrahám, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera. Entonces vendrá el llanto y la desesperación. Luego Jesús dijo al capitán: -Vete a tu casa, y que se haga tal como has creído. En ese mismo momento el criado quedó sano. Jesús fue a casa de Pedro, donde encontró a la suegra de éste en cama y con fiebre. Jesús tocó entonces la mano de ella, y la fiebre se le quitó, así que ella se levantó y comenzó a atenderlo. Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas; y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también sanó a todos los enfermos. Esto sucedió para que se cumpliera lo que anunció el profeta Isaías, cuando dijo: “Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades”.

Reflexión: Un extranjero, al acercarse a Jesús, está manifestando su profunda conversión al dejar el elenco de sus dioses romanos para adherirse a la Misericordia que brota del Señor. Aquel militar romano no pide nada para sí, mediante una oración de intercesión suplica por la delicada salud de uno de sus empleados. Aquel hombre, que busca al Señor, también es consciente de la prescripción de la Ley; por ello no quiere generarle a Jesús una dificultad de pureza y le dice que su casa no es digna de su presencia, no como un gesto de displicencia, sino todo lo contrario; al entrar bajo su techo, debería después Jesús cumplir con los ritos de purificación, debido a que la Ley no permie tales acciones. Pero el Señor, que tiene el sentido pleno de la Ley, valora tal actitud porque descubre que es un gesto auténtico de fe de aquel soldado. Mediante este signo, el Evangelio nos está presentando a Cristo como Salvador de la humanidad.

Oración: Señor, ten misericordia de nosotros, por nuestra falta de convencimiento y entrega al anuncio del Evangelio. Aumenta nuestra fe.

DOMINGO 29
Santos Pedro y Pablo, apóstoles (S)
Hch 12, 1-11; Sal 33, 2-9; 2 Tm 4, 6-8.17-18; Mt 16, 13-19

Evangelio: En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesa­rea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Reflexión: El pasaje de hoy es central para comprender una dimensión de la Iglesia: ella ha sido instituida sobre Pedro, como piedra visible, fundamento y vínculo de comunión entre los discípulos de Jesús. Para poder realizar esta misión, el Señor le concedió las «llaves del Reino de los Cielos», es decir, la fuerza y dinamismo que nace de su Evangelio. Por eso, la Iglesia celebra con alegría esta fiesta. Pedro es su cabeza visible y sostén de su unidad mientras peregrina en la tierra. Junto a Él está Pablo, el otro gran pilar del cristianismo. Él es el mayor modelo de fervor misionero por llevar el Evangelio a todos los confines del mundo.

Oración: Protege y llena de sabiduría, Señor, al Santo Padre para que siga dirigiendo tu Iglesia bajo la luz de tu Evangelio.

LUNES 30
Santos Protomártires Romanos (ML)
Gn 18, 16-33; Sal 102, 1-4.8-11; Mt 8, 18-22

Evangelio: En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Otro, que era de los discípulos, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le replicó: «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Reflexión: Este pasaje nos presenta dos llamados con matices muy peculiares. El primero, por lo visto un hombre de buena fe, se ofrece a seguir al Señor con total disponibilidad. Pero Jesús parece que, en lugar de animarlo, lo desanima o, mejor dicho, le deja las cosas claras desde el inicio. No busca infundir falsas ilusiones, quiere que nos decidamos por Él con la verdad sobre la mesa. El segundo ya es discípulo, pero solo pide permiso para cumplir con algo que la ley exigía, un derecho natural, enterrar a un ser querido. Sorprende la respuesta de Jesús, pero de esa forma busca expresar la exigencia radical que supone la novedad del Evangelio.

Oración: Señor Jesús, aunque seguirte sobrepasa nuestras fuerzas, sabemos que con tu gracia es posible.

 

 
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