PAPEL INVALORABLE DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD
-Por lic. Cecilia Barone*-
En los últimos decenios la sociedad ha sufrido cambios antes no vistos ni imaginados. El mundo se ha globalizado, Internet puede proveernos de información en cualquier lugar donde nos encontremos, las formas de trabajo se han vuelto más flexibles. En un contexto tan cambiante no es de extrañar que el papel de la mujer, en la familia, en la sociedad ha pasado también por una fuerte transformación. En general, su participación y responsabilidad han ido creciendo y adquiriendo un nuevo perfil.

"La mujer es la armonía, es la poesía, es la belleza. Sin ella, el mundo no sería así de hermoso, no sería armónico. Me gusta pensar que Dios creó a la mujer para que todos nosotros tuviéramos una madre”. Papa Francisco, 9-2-19
En los últimos decenios la sociedad ha sufrido cambios antes no vistos ni imaginados. El mundo se ha globalizado, Internet puede proveernos de información en cualquier lugar donde nos encontremos, las formas de trabajo se han vuelto más flexibles. En un contexto tan cambiante no es de extrañar que el papel de la mujer, en la familia, en la sociedad ha pasado también por una fuerte transformación. En general, su participación y responsabilidad han ido creciendo y adquiriendo un nuevo perfil.
NUEVOS ESPACIOS DE PARTICIPACIÓN
No podemos desentendernos del hecho de que las mutaciones sociales nos hacen vivir en un nuevo mundo con parámetros diversos a los conocidos hasta hace solo unas décadas, pero nadie puede desentenderse del contexto en el que vive. El modelo de disciplina en las conductas, la regla de autoridad y de conformidad han cedido ante las normas que incitan a cada uno a la iniciativa individual, a vivir su propia vida, despreocupándose, en lo posible, de las demandas y necesidades de los que lo rodean.

Dentro del nuevo entorno sería imposible pensar que el rol de la mujer hubiera permanecido tal como se lo conocía. Gracias a una larga y fatigosa lucha nuestras antecesoras han conseguido el reconocimiento de sus derechos tanto en el plano civil como político. La igualdad, en estos espacios, han permitido reconocer el papel importantísimo que ella ocupa en la vida civil.
La paridad lograda ante la ley y la pública aceptación de los derechos femeninos hacen que sea posible generar el espacio necesario para que las mujeres desarrollen sus talentos y puedan así aportar su riqueza al mundo, desde un ángulo diverso al del hombre, a partir de la firme convicción de que ambos, varón y mujer, tienen la misma dignidad, aunque no son seres idénticos ni desde su constitución física ni psicológica. Sin embargo, comprobamos cómo existe una manipulación manifiesta para borrar esas diferencias.
Por otro lado, las batallas ganadas por las primeras mujeres que abogaron por los derechos femeninos abrieron nuevos caminos de participación sin dejar de considerar que una buena mayoría queda al margen de estas reformas, sin lograr calificarse para mejores empleos y sin acceder a una educación superior, además de seguir padeciendo tanto en el ámbito público como privado la práctica de la violencia, visible e invisible, que no ha sido superada.

“UNA SOCIEDAD SIN MADRES SERÍA UNA SOCIEDAD INHUMANA”, Francisco
Nuestro tiempo es el tiempo del descuido, de la negligencia. Poco nos ocupamos del cuidado del prójimo. A su vez la gran lección de la maternidad es el cuidado del otro que tiene el enorme poder de hacer que la vida valga la pena vivirla.
El amor incondicional que la madre profesa a su hijo corresponde a uno de los anhelos más profundos, no sólo del niño, sino de todo ser humano; pues significa ser amado no por los propios méritos, porque uno se lo merece o se muestre complacientes, sino por el simple hecho de existir. La madre ama al recién nacido porque es su hijo, no porque el niño satisfaga alguna condición específica ni porque llene sus aspiraciones particulares.
La principal función de la madre es trasmitir al hijo el sentido mismo de la vida, irradiarle el deseo profundo de vivir; que el niño entienda que vivir no es algo insignificante o superfluo. Y la manera a través de la cual el hijo lo percibe es sintiendo la alegría de quien se ocupa de él. La madre debe querer dar y tener fe en la vida que otorga.
A pesar de tan encomiable misión y de que se exalte mucho a la madre desde el punto de vista simbólico, se le ayuda poco en la vida cotidiana y se desvaloriza su papel central en la sociedad; al contrario, muchas veces es explotada, y pasa desapercibida a causa de su disponibilidad.

Todo lo que decimos sobre el rol de la madre en la crianza y educación de los hijos no es algo que se da naturalmente. Debe ser enseñado y aprendido. Sin embargo, este aprendizaje casi no es tenido en cuenta por quienes tiene la tarea de inculcar en la niña y en la joven el lugar significativo que ocupa con su maternidad.
En la representación de una sociedad tradicional y paternalista la mujer que se convertía en madre cancelaba sus demás facetas personales, Su horizonte se restringía a la vida del hijo. Pero, es importante considerar que la madre continúa siendo mujer y sus talentos y dones no terminan solo en la maternidad. Debe tener la oportunidad de continuar existiendo para el mundo, desarrollando su trabajo o profesión, sus pasiones. La manera en que conjuga ambas funciones, la de ser madre y ejercer una profesión no es para nada sencillo.

DIFERENCIAS QUE SE COMPLEMENTAN
Los aportes que la mujer hace a la sociedad están penetrados por una sensibilidad, una intuición y unos talentos propios que son distintos a la de los varones, por eso se hace imprescindible garantizar la presencia femenina en todos los ámbitos sociales. Debido a estas diferencias es un mensaje erróneo e impuesto (no de modo inocente) el que se propaga entre las jóvenes impidiéndoles reconocer sus individualidades de género, queriendo igualarse o sobrepasar al hombre sin entender que lo distinto se complementa.
Resulta indiscutible ampliar los espacios para una presencia femenina en todos los ambientes y para ello la educación ocupa un papel fundamental en la valoración de las actitudes y aptitudes de la mujer y en la aceptación de sus características físicas, psíquicas y morales que le son propias y complementan lo masculino. Reconocerse mujer, aceptarse y quererse es una tarea que se debe estimular y enseñar. |