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MEDITACIÓN DIARIA
DEL EVANGELIO - OCTUBRE 2025
-Por Padre Jesús Antonio Weisensee Hetter-

Intención del Papa para el mes de octubre: Oremos para que creyentes de distintas tradiciones religiosas trabajemos juntos para defender y promover la paz, la justicia y la fraternidad humana.

 

Miércoles 01
Santa Teresa del Niño Jesús, Vg. y Dra. (MO)
Ne 2, 1-8; Sal 136, 1-6; Lc 9, 57-62

Evangelio: En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». El respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el Reino de Dios».

Reflexión: El Señor dijo que se necesitaban más obreros para su mies, pero a quienes desean seguirlo les pone la vara muy alta. En el pasaje de hoy, al primero le muestra que seguirlo no es lucrativo, exige estar dispuesto a afrontar estrecheces y vivir con lo básico, pero, a la vez, es un estilo de vida que brinda plenitud. Los otros dos pretenden retrasar el seguimiento por razones familiares, enterrar al padre o despedirse de los suyos. Jesús no se opone a estos deberes, pero nos dice que seguirlo supone romper con lo viejo y asumir nuevos valores, nuevas actitudes y disposiciones. Lo primero y fundamental es el anuncio del Reino de Dios. Este es el llamado que nos dirige también para nosotros hoy.

Oración: Señor, solos no es posible, únicamente con tu gracia podemos seguirte como tú nos pides.

Jueves 02
Santos Ángeles Custodios (MO)
Ne 8, 1-4a.5-6.7b-12; Sal 18, 8-11; Lc 10, 1-12

Evangelio: En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó delante de Él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saluden a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos su paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa en casa. Si entran en una ciudad y los reciben, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya en ella, y díganles: “El Reino de Dios ha llegado a ustedes”. Pero si entran en una ciudad y no los reciben, saliendo a sus plazas, digan: “Hasta el polvo de su ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios ha llegado”. Les digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».

Reflexión: El relato nos presenta las instrucciones de Jesús a los discípulos sobre cómo llevar adelante la misión del anuncio del Reino. En ellas les pide que pongan especial atención a cada uno de los detalles para no perder ninguna ocasión de dar testimonio del Señor. Si bien la finalidad es llevar la paz a los pueblos, no se puede pasar inadvertida la posibilidad de que surjan situaciones hostiles en contra de los evangelizadores. Los receptores del anuncio tendrán que optar por adherirse al Reino o por rechazarlo, y cada una de estas decisiones tendrá sus propias consecuencias.

Oración: Señor Jesús, haznos obreros de paz para trabajar en la construcción de tu Reino.

O bien el texto litúrgico de los santos ángeles:
Ex 23, 20-23a; Sal 90, 1-6.10-11; Mt 18, 1-5.10

Evangelio: En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Les aseguro que, si no vuelven a ser como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los Cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial».

Reflexión: Dios no solo nos asiste con su gracia, sino que también nos envía sus ángeles, como compañeros de camino. Ellos, si les permitimos, nos ayudan a seguir el camino que nos posibilita vivir según el proyecto del Padre. A ellos la Iglesia los llama ángeles de la guarda, porque nos acompañan y protegen a lo largo de toda la vida, aunque muchos los olvidemos después de la niñez. De acuerdo con la tradición, estos ángeles son personales, cada quien tiene uno, aunque en el pasaje de hoy Jesús se refiera a ellos en plural. Hoy que celebramos su memoria es una ocasión propicia para recordar y agradecer a Dios por no dejarnos solos, por acompañarnos siempre.

Oración: Bendito seas, Señor del universo, porque tú siempre nos cuidas como a la niña de tus ojos.

Viernes 03
San Francisco de Borja, presbítero
Ba 1, 15-22; Sal 78, 1-5.8-9; Lc 10, 13-16

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a ustedes escucha, a mí me escucha; quien a ustedes rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado».

Reflexión: Cerrar el corazón, ese es el riesgo sobre el que Jesús nos advierte hoy. Corozaín, Betsaida y Cafarnaún fueron las ciudades que más oportunidades tuvieron de escuchar a Jesús y ser testigos de sus milagros. ¿Por qué no cambiaba nada en ellos? Ese es el lamento de Jesús. Su ay es un cuestionamiento a su dureza de corazón, un grito que busca conmoverlos, sacarlos de la apatía. Ellos, como nosotros, habían recibido el anuncio de la Buena Noticia desde hacía tiempo, pero no daban el paso siguiente, la conversión. Por eso, bien vale cuestionarnos si nosotros estamos mejor dispuestos a acoger el Evangelio de Jesús en nuestras vidas.

Oración: Señor, regálanos la gracia de ser dóciles a tu Palabra y a tu fuerza salvadora.

Sábado 04
San Francisco de Asís (MO)
Ba 4, 5-12.27-29; Sal 68, 33-37; Lc 10, 17-24

Evangelio: En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Jesús les dijo: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren: les he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada les hará daño alguno. Sin embargo, no estén alegres porque se les someten los espíritus; estén alegres porque sus nombres están inscriptos en el cielo». En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».

Reflexión: Jesús, como hemos dicho en varias ocasiones, involucró a sus discípulos en su misión. No temía que ellos le restaran protagonismo, al contrario, oraba al Padre para que envíe más obreros para su mies. Eso sí, lo importante de la misión no reside tanto en el hacer, sino en el participar. Jesús nos hace parte del proyecto del Reino que Dios le ha encomendado y, como consecuencia, nuestro nombre está escrito en el corazón del Padre. De allí, la importancia de tener la sencillez y pequeñez, la docilidad y confianza para que el Señor actúe y se manifieste en nosotros y por medio de nosotros. Así evitamos toda soberbia y autosuficiencia, propia de los sabios e inteligentes.

Oración: Padre santo, danos sencillez de corazón para que seas tú quien transforme y vivifique nuestra vida.

Domingo 05
XXVII del Tiempo Ordinario
Ha 1, 2-3; 2, 2-4; Sal 94, 1-2.6-9; 2 Tm 1, 6-8.13-14;
Lc 17, 5-10

Evangelio: En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe». El Señor contestó: «Si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían ustedes a ese árbol: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y les obedecería. ¿Quién de ustedes que tenga un criado arando o pastoreando, le dice cuando llega del campo: “Ven, siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y sírveme mientras como y bebo, y luego comerás y beberás tú”? ¿Tienen que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Así también ustedes: Cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer”».

Reflexión: Ser cristianos supone mirar e interpretar nuestra vida desde el corazón de Dios, por ello la fe es un componente básico. De allí la importancia del pedido de los apóstoles: «Auméntanos la fe». Sin la perspectiva de fe, la vida cristiana es un sin sentido. Así lo ratifica Jesús, basta una fe del tamaño de un grano de mostaza para mover montañas, para derribar los mayores obstáculos de la vida y afrontar las tormentas sin dejarnos hundir. Lo sabemos, si cedemos al pesimismo, nada puede resistir, todo se vuelve frágil. Por eso, todos los días, con humildad necesitamos pedirle al Señor que aumente nuestra fe.

Oración: Señor, nuestra fe es frágil, pero ven tú y sostenla siempre con la fuerza de tu gracia.

Lunes 06
San Bruno, presbítero (ML)
Jon 1, 1—2, 1.11; Sal: Jon 2, 3-5.8; Lc 10, 25-37

Evangelio: En aquel tiempo, se presentó un maestro de la ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?». Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida eterna». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos que lo asaltaron, lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, se desvió y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo se desvió y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, sintió compasión, se le acercó, le vendó las heridas, después de habérselas limpiado con aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al encargado, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él contestó: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete, y haz tú lo mismo».

Reflexión: «Amar al prójimo», una frase tan repetida que, quizás, ni entendemos lo que significa. Pero Jesús hoy nos lo explica con un caso concreto. Resulta, cuenta Él, que un hombre es asaltado y dejado medio muerto por los malhechores. ¿Quién lo iba a auxiliar? Esperamos que fuera el primero que lo encuentre. Sorprende, sin embargo, que la gente «buena» de ese tiempo, un sacerdote y un levita, sean incapaces de compadecerse. Se hacen los locos y prosiguen su camino a Jericó. En cambio, quien lo auxilia es un samaritano, un hereje y de moralidad dudosa para los judíos. Gasta su tiempo y su dinero para remediar el dolor ajeno. Allí está la respuesta: más que saber quién es mi prójimo, lo fundamental es hacerse prójimo de los demás, de los caídos.

Oración: Señor Jesús, enséñanos a ser misericordiosos con quienes sufren, tal como nos lo enseñaste tú.

Martes 07
Bvda. Virgen María del Rosario (MO)
Jon 3, 1-10; Sal 129, 1-4.7-8; Lc 10, 38-42

Evangelio: En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano». Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Reflexión: Sería errado pensar que solo la actitud de María es la correcta. Marta estaba preocupada en servir al Señor, por lo tanto, estaba haciendo un bien. El problema de ella no es lo que hacía, sino su orden de prioridades. En efecto, primero hay que ser como María, ser personas de oración, y luego, como Marta, es decir, servir. Primero es la oración y luego es la acción. El orden de los santos ha sido ese. Ellos nos han enseñado que, sin la primacía de la oración, caemos en un activismo estéril. Asimismo, no podemos quedarnos solo con la oración, sin que desemboque en acciones concretas de servicio a los demás. Caeríamos en un espiritualismo que no tiene nada que ver con el Evangelio. Jesús oraba y actuaba, pasaba la noche en oración (Lc 6, 12), pero también pasó haciendo el bien (Hch 10, 38).

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a nutrir nuestra vida de la escucha de tu Palabra y el amor a los demás.

Miércoles 08
San Hugo de Génova
Jon 4, 1-11; Sal 85, 3-6.9-10; Lc 11, 1-4

Evangelio: Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar; cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oren, digan: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”».

Reflexión: Los discípulos le piden con humildad a Jesús que les enseñe a orar y Él, en lugar de una larga explicación, les transmite una oración que sintetiza la fe cristiana. El sentido de todo es establecer una relación filial con Dios, asumirlo como Padre, y tratarlo con la confianza de hijos. Luego está la tarea, el fin para el que existe la Iglesia: trabajar cada día para que el Reino de Dios venga al mundo. Para esto, le pedimos que Él nos asista para obtener nuestro sustento, nos mantenga como comunidades unidas y reconciliadas y nos dé valor para luchar contra las fuerzas del mal.

Oración: Padre santo, que tu amor fortalezca cada día más nuestra confianza en ti.

Jueves 09
San Héctor Valdivielso Saéz, religioso y mártir
Ml 3, 13-20a; Sal 1, 1-4.6; Lc 11, 5-13

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; les digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo les digo a ustedes: pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Reflexión: En el capítulo 11, Lucas reúne diversas orientaciones de Jesús sobre la oración. Con la parábola del amigo inoportuno, nos invita a una oración perseverante, porque Dios no hará oídos sordos a nuestras súplicas. Además, la insistencia es una clara muestra de nuestra plena confianza en Él y esta apertura permitirá que su gracia vaya obrando en nosotros y transforme nuestro corazón. Y existe una certeza, si todo padre humano busca siempre lo mejor para sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo! Él nos da su propio Espíritu para poder vivir según el Evangelio de su Hijo.

Oración: Padre bueno, concédenos el don de tu Espíritu para poder vivir según el camino que nos mostró tu Hijo.

Viernes 10
San Daniel Comboni, obispo
Jl 1, 13-15; 2, 1-2; Sal 9, 2-3.6.16.8-9; Lc 11, 15-26

Evangelio: En aquel tiempo, habiendo expulsado Jesús a un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: «Por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues ustedes dicen que yo echo los demonios con el poder de Belcebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belcebú, los hijos de ustedes, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y, al no encontrarlo, dice: “Volveré a mi casa de donde salí”. Al volver la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él, y se meten a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».

Reflexión: A lo largo de la vida pública de Jesús, el enfrentamiento con las autoridades judías tuvo varias idas y venidas. En diferentes momentos, buscaron desacreditarlo ante la gente. Ahora, que le devuelve el habla a un hombre mudo, lo tachan de actuar bajo el poder de Belcebú, el príncipe de los demonios. Pero su argumento carece siquiera de lógica. ¿Cómo el mal va a enfrentarse a sí mismo? Sería su final. Sin embargo, Jesús no quiere medias tintas, desea que nos definamos si estamos con Él o en contra suya; es imposible permanecer imparciales. Siempre necesitamos hacer un alto para revisar nuestra vida y optar realmente por Jesús y su Evangelio.

Oración: Señor Jesús, líbranos de nuestras tibiezas y ayúdanos a comprometernos con tu Evangelio.

Sábado 11
San Juan XXIII, Papa (ML)
Jl 4, 12-21; Sal 96, 1-2.5-6.11-12; Lc 11, 27-28

Evangelio: En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero Él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen».

Reflexión: La personalidad de Jesús y lo que hacía impresionaba a la gente. ¿Qué mujer no se hubiera llenado de orgullo de ser su madre, de haberlo traído a este mundo? Esa es la bienaventuranza, el elogio que una mujer del público hace de María. Jesús, sin embargo, nos invita a ir más allá de lo superficial. La dicha de su madre no reside tanto en haberlo llevado en su vientre, sino en haber sabido escuchar la Palabra de Dios y haberla puesto en práctica. Ella, más que nadie, a pesar de no entender todo, se arriesga a decirle sí al anuncio del ángel. Y a lo largo de su vida estuvo dedicada a meditar en su corazón los sucesos en torno a su Hijo.

Oración: Señor Jesús, concédenos la gracia para que, como María, vivamos siempre a la escucha de tu Palabra y busquemos llevarla a la vida.

Domingo 12
XXVIII del Tiempo Ordinario
2 R 5, 14-17; Sal 97, 1-4; 2 Tm 2, 8-13; Lc 17, 11-19

Evangelio: Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se detuvieron a cierta distancia y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos les dijo: «Vayan y preséntense a los sacerdotes». Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

Reflexión: De los diez curados, solo uno volvió a dar gracias, dice el evangelio de hoy. Se trata de un samaritano, un personaje mal visto por los judíos. Nada bueno, según creían, se podía esperar de ellos. Pero a menudo son los de fuera de nuestras comunidades, los de fuera de la Iglesia quienes nos dan mayores ejemplos de fe. Estamos tan acostumbrados a pedir y pedir, que con frecuencia olvidamos la gratitud. Esta actitud es central en nuestra vida porque todo es don, todo es gracia de Dios. Si solo nos concentramos en pedir, veremos únicamente nuestras carencias. La gratitud, en cambio, nos abre los ojos a la multitud de bendiciones que ya colman nuestra vida.

Oración: Señor, gracias porque tu bondad y tu misericordia son infinitas, tú nunca nos desamparas.

 

Lunes 13
San Eduardo
Rm 1, 1-7; Sal 97, 1-4; Lc 11, 29-32

Evangelio: En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y Él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Reflexión: ¿Qué buscamos en Jesús? ¿Qué esperamos de Dios? A veces solo tomamos en cuenta al Señor como una salida a nuestros problemas, como un milagrero. Nos encanta el espectáculo, los «fuegos artificiales», queremos ver prodigios. Si Dios no demuestra sernos útil, entonces, ¿para qué creer en Él? Así, la fe, en ocasiones, no es más que la expresión de nuestros egoísmos. Jesús, sin embargo, no cede a chantajes. Nos enrostra que, a veces, quienes menos esperamos dan mayores muestras de fe que nosotros, que nos decimos discípulos suyos. ¿Acaso solo buscamos un Dios según la medida de nuestros intereses?

Oración: Padre santo, purifica nuestras motivaciones para que nuestra fe en ti esté movida por la gratitud más que por nuestras mezquindades.

Martes 14
San Calixto, Papa y mártir (ML)
Rm 1, 16-25; Sal 18, 2-5; Lc 11, 37-41

Evangelio: En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosan de rapiña y maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, den limosna de lo que hay dentro, y lo tendrán limpio todo».

Reflexión: El lavado de manos, para los fariseos, más que un asunto de higiene, era una purificación, un gesto externo que expresaba su limpieza interior. Pero estas prácticas fácilmente se convierten en un mero exhibicionismo que no afecta en nada lo verdaderamente importante: las intenciones y deseos que abriga el corazón. Por eso, es fácil andar purificando por fuera hasta la «copa y el plato, pero por dentro rebosar de rapiña y maldad». A Jesús, por el contrario, le importa la pureza interior que se traduzca en gestos de misericordia y la búsqueda del bien del prójimo.

Oración: Señor, limpia nuestros corazones para que nuestras acciones unan a las personas en vez de dividirlas.

Miércoles 15
Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora (MO)
Rm 2, 1-11; Sal 61, 2-3.6-7.9; Lc 11, 42-46

Evangelio: En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasan por alto el derecho y el amor de Dios! Esto es lo que habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, que les encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas! ¡Ay de ustedes, que son como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!». Le replicó un maestro de la ley: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros». Jesús replicó: «¡Ay de ustedes también, maestros de la ley, que cargan a los hombres cargas insoportables, mientras ustedes no tocan las cargas ni con uno de sus dedos!».

Reflexión: Jesús se lamenta con dureza que los líderes religiosos de Israel hayan tergiversado tanto la religión. A base de normas y costumbres han desplazado lo esencial: la justicia y el amor. También cuestiona que hayan hecho de lo religioso un medio para sus intereses económicos y sus ansias de exhibicionismo. En las sinagogas compiten por los primeros asientos y, en las calles, por las reverencias de la gente. El centro de todo son ellos y relegan a Dios a un segundo plano. Por último, se lamenta también de los legalistas, aquellos que dictan leyes para otros, pero con ellos mismos son sumamente «comprensivos». Vale mirarnos siempre a la luz de estas palabras del Señor.

Oración: Señor Jesús, libéranos de nuestras hipocresías para que haya más coherencia entre nuestro decir y nuestro hacer.

Jueves 16
Santa Margarita María Alacoque, virgen (ML)
Rm 3, 21-30a; Sal 129, 1-5; Lc 11, 47-54

Evangelio: En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de ustedes, que edifican mausoleos a los profetas, a quienes mataron sus padres! Así son testigos de lo que hicieron sus padres, y lo aprueban; porque ellos los mataron y ustedes les edifican mausoleos. Por eso dijo la sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán”; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, les digo: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de ustedes, maestros de la ley, que se han apoderado de la llave de la ciencia: ustedes no han entrado y a los que intentaban entrar se lo han impedido!». Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

Reflexión: Continúan los ayes de Jesús contra los escribas y fariseos. Aunque construyen mausoleos para los profetas, ellos no hacen otra cosa que perseguir al Mesías, el enviado definitivo de Dios. Su reverencia a los profetas, pues, es falsa, porque ellos siguen odiando a los enviados de Dios. Prosiguen con el legado de sangre de sus padres. En el segundo ay, Jesús cuestiona también la pretensión de los doctores de la ley de adueñarse de la verdad. Ellos no la alcanzan y tampoco permiten que otros lleguen a ella. Estos cuestionamientos del Maestro, sin embargo, no los mueven a la autocrítica. En adelante, más bien se dedican a acosarlo para sorprenderlo en alguna falta y condenarlo a muerte.

Oración: Señor, concédenos humildad para dejar que tus palabras nos lleven hacia una auténtica conversión.

Viernes 17
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir (MO)
Rm 4, 1-8; Sal 31, 1-2.5.11; Lc 12, 1-7

Evangelio: En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, pues nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digan en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que digan al oído en las recámaras se pregonará desde la azotea. A ustedes les digo, amigos míos: no tengan miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Les voy a enseñar a quién tiene que temer: teman al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la “gehenna”. A ese tiene que temer, se lo digo yo. ¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo de ellos se olvida Dios. Más aún, hasta los cabellos de su cabeza están contados. No tengan miedo: valen más que muchos pájaros».

Reflexión: Los discípulos de Jesús deben estar atentos contra el riesgo de manipular lo religioso en beneficio propio. Esa es la levadura de los fariseos de ayer y de todos los tiempos, la hipocresía. Sin embargo, la falsedad no puede permanecer por siempre, quedará al descubierto ante la fuerza de una vida verdaderamente acorde con el Evangelio de Jesús. Vivir así requiere valentía, implica estar dispuestos a sacrificar incluso la propia vida como lo han hecho tantos discípulos del Señor a lo largo de la historia. Pero no estamos solos en eso, el Padre nos cuida tanto que hasta tiene contados los cabellos de nuestra cabeza. Él es nuestro sostén en la adversidad.

Oración: Gracias, Padre santo, porque siempre estás junto a nosotros.

Sábado 18
San Lucas, evangelista (F)
2 Tm 4, 10-17b; Sal 144, 10-13.17-18; Lc 10, 1-9

Evangelio: En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los mando como corderos en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos la paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, coman y beban de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: “Está cerca de ustedes el Reino de Dios”».

Reflexión: Lucas es cristiano de la segunda generación, es decir, no conoció directamente a Jesús. Abrazó la fe gracias al testimonio de aquellos que fueron testigos oculares. De ellos también obtuvo la información que le sirvió para componer su Evangelio. Él pertenece a ese grupo extenso de discípulos que Jesús convoca para anunciar que el Reino de Dios está cerca. Su testimonio ha llegado hasta nosotros a través de su obra, misión en que, según él mismo lo dice, puso todo su empeño para investigar con cuidado y ser fiel a la verdad. Para Lucas, ser cristiano significa ante todo ser testigos de Jesús.

Oración: Padre santo, como a tu hijo Lucas, haznos testigos fiables del Evangelio de tu Hijo.

Domingo 19
XXIX del Tiempo Ordinario
Ex 17, 8-13; Sal 120, 1-8; 2 Tm 3, 14—4, 2; Lc 18, 1-8

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la misma ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: “Hazme justicia frente a mi enemigo”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, para que no venga continuamente a molestarme”». Y el Señor añadió: «Fíjense en lo que dice el juez injusto; entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?»

Reflexión: Esta parábola nos plantea una dimensión de la oración que no siempre se enfatiza lo suficiente: la necesidad de la perseverancia. Como ejemplo, Jesús plantea el caso del juez inicuo que es incapaz de hacer justicia a una viuda. Ella pertenecía al sector más pobre y marginal de ese tiempo, carecía de medios e influencias. Por eso, es continuamente ignorada por el juez hasta que un día decide hacerle caso. ¿Por qué? Por la fuerza de su insistencia, su perseverancia la hace obtener justicia. La conclusión de Jesús es clara: si perseveramos en la oración, ¿cómo no nos va hacer caso Dios, que es la bondad absoluta?

Oración: Señor, fortalece nuestra fe para que depositemos en ti toda nuestra confianza.

Lunes 20
San Pedro de Alcántara, religioso
Rm 4, 20-25; Sal: Lc 1, 69-75; Lc 12, 13-21

Evangelio: En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?». Y les dijo: «Miren: guárdense de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

Reflexión: ¿Cuántas relaciones familiares se rompen a causa de los bienes? Aquí un hombre quiere que Jesús medie entre él y su hermano en la repartición de la herencia. El Señor rechaza hacer de juez y, en lugar de eso, prefiere señalar la raíz de este tipo de conflictos: la codicia, el apego a las riquezas. Uno de los mayores retos para la fe cristiana es justamente el apego a los bienes materiales, poner nuestra seguridad en el dinero. Jesús, por el contrario, exhorta a ser ricos ante Dios, llenarse más de obras de generosidad y misericordia, porque estas nos proporcionan la auténtica plenitud.

Oración: Señor, danos corazones generosos para poner nuestra esperanza en ti más que en las riquezas.

Martes 21
Santa Laura Montoya
Rm 5, 12.15.17-19.20b-21; Sal 39, 7-10.17; Lc 12, 35-38

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tengan ceñida su cintura y encendidas las lámparas. Ustedes estén como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad les digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».

Reflexión: Con la invitación a la vigilancia constante, Jesús nos deja en claro que la vivencia del Evangelio no puede postergarse para un futuro lejano, sino que debe ser parte de la vida diaria. Jesús nos promete que volverá de nuevo, pero no sabemos cuándo ocurrirá. En consecuencia, nuestra espera debe ser permanente, como siervos fieles, prudentes y, sobre todo, despiertos. Así, nuestra alegría será plena. Por tanto, la vigilancia y expectativa constantes forman parte integral de la vida cristiana, y eso hace que nuestra vivencia del Evangelio sea cada vez más acorde con la voluntad de Dios.

Oración: Padre del cielo, fortalece nuestra constancia en el seguimiento de tu Hijo para que, cuando regrese, nos encuentre velando en oración y vida fraterna.

Miércoles 22
San Juan Pablo II, Papa (ML)
Rm 6, 12-18; Sal 123, 1-8; Lc 12, 39-48

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprendan que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del Hombre». Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo: «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad les digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijera para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Reflexión: Jesús insiste en su llamado a la vigilancia, a estar atentos y preparados, porque Él retornará el día menos pensado. Pero, en lugar de causa de miedo, debemos entender esto como lo que es, una exhortación a la coherencia. No importa si ocurre ahora, más tarde o un día indefinido. Si el cristiano vive de acuerdo con los valores del Reino de Dios, siempre estará preparado para la venida del Señor. Eso es lo importante. Si es así, entonces actuamos como el administrador fiel y prudente, que no depende de la vigilancia del Señor para cumplir con sus deberes, los hace por convicción. En consecuencia, lo importante es vivir según la propuesta de Jesús y dejar que Él actúe en nosotros.

Oración: Señor, aplaca nuestros temores al futuro y ayúdanos a vivir cada día según tu Evangelio.

Jueves 23
San Juan de Capistrano (ML)
Rm 6, 19-23; Sal 1, 1-4.6; Lc 12, 49-53

Evangelio: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Reflexión: Las enseñanzas de Jesús son signo de contradicción; son una Buena Noticia, pero, al mismo tiempo, una denuncia clara de aquello que no corresponde al Reino de Dios. Por eso, dice que ha «venido a prender fuego sobre la tierra». La experiencia de ese fuego lo vive Él mismo, con el «bautismo» de la cruz. Pero ese fuego, a su vez, simboliza la pasión con que llevó adelante la obra que le encomendó el Padre. Sus enseñanzas no dejan indiferente a nadie, unos las aceptan y otros no. Eso lleva a divisiones que se producen incluso al interior de las familias. Unos decidirán seguirlo y otros no. La dureza de sus palabras son una invitación a una adhesión firme a su Evangelio.

Oración: Señor Jesús, enciende el fuego de tu Evangelio en nuestros corazones para saber anunciarte con valentía.

Viernes 24
San Antonio María Claret, obispo (ML)
Rm 7, 18-24; Sal 118, 66.68.76-77.93-94; Lc 12, 54-59

Evangelio: En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando ven subir una nube por el poniente, dicen enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur dicen: “Va a hacer bochorno”, y sucede. Hipócritas: saben interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no saben interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no saben juzgar ustedes mismos lo que es justo? Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla».

Reflexión: La mayoría de oyentes de Jesús eran campesinos. Comprenden perfectamente los ejemplos que les plantea, pues siempre están atentos al curso de las nubes y los vientos. En eso son expertos, pero ¿por qué no muestran la misma sensibilidad con la Buena Noticia de Jesús? En este caso, su capacidad para discernir e interpretar el sentido de la vida del Señor es muy limitada. No entienden o no quieren entender. Con este llamado de atención, Jesús busca movernos a la apertura, a abrir el corazón a la fuerza de su Palabra. Si la acogemos, ella definirá nuestros criterios de juicio y nuestras relaciones con el prójimo.

Oración: Enséñanos, Señor, a leer los signos de tu presencia en nuestra vida y en los acontecimientos del mundo.

Sábado 25
San Gaudencio, obispo
Rm 8, 1-11; Sal 23, 1-6; Lc 13, 1-9

Evangelio: En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Piensan que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Les digo que no; y, si no se convierten, todos perecerán lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿piensan que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y, si no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

Reflexión: ¿Por qué le suceden desgracias a la gente? Tradicionalmente se pensaba que era a causa de sus pecados (sean conocidos u ocultos). Sin embargo, Jesús nos pide que, en vez de andar especulando sobre la moralidad de los demás, nos empeñemos en la propia conversión. Para animarnos y, a la vez, sacudirnos nos narra la parábola de la higuera. Abrazar los valores del Reino de Dios, vivir el Evangelio es exigente, pero no estamos abandonados a nuestras solas fuerzas. El Señor nos ofrece el abono de su gracia para que podamos fructificar. Basta que lo dejemos actuar.

Oración: Alimenta, Señor, nuestras vidas con la fuerza de tu Espíritu para que demos frutos abundantes.

Domingo 26
XXX del Tiempo Ordinario
Eclo 35, 12-14.16-18; Sal 33, 2-3.17-19.23;
2 Tm 4, 6-8.16-18; Lc 18, 9-14

Evangelio: En aquel tiempo, para algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh, Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás, ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de mí que soy un pecador”. Les digo que este último bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido».

Reflexión: Esta parábola nos sitúa ante dos perspectivas religiosas; una, la que se basa en el mérito y la otra, en la gratuidad. El fariseo, una persona estrictamente observante de su religión, se acerca al templo para enorgullecerse de su rectitud. Por eso, en vez de presentarse con humildad, le echa en cara a Dios todas sus virtudes y méritos. Su religiosidad solo alimenta su propio ego y, en vez de amor al prójimo, es causa de desprecio a los demás. El publicano, en cambio, no tiene méritos que ofrecer. Es traidor de su propio pueblo y, si Dios lo acoge, solo puede ser por pura gracia, gratuidad. Por eso, él sale justificado, deja de ser él el centro y permite que ese lugar lo ocupe Dios.

Oración: Padre santo, danos sencillez de corazón para saber reconocer tu presencia en nuestras vidas.

Lunes 27
Beatos mártires del Zenta
Rm 8, 12-17; Sal 67, 2.4.6-7.20-21; Lc 13, 10-17

Evangelio: Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente: «Hay seis días para trabajar; vengan, pues, a que los curen en esos días y no en sábado». Pero el Señor le respondió y dijo: «Hipócritas: cualquiera de ustedes, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar? Y a esta, que es hija de Abrahám, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?». Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

Reflexión: Este milagro es particular porque es Jesús quien toma la iniciativa de sanar a la mujer. La ve encorvada, sometida por una fuerza que la oprime y se compadece de ella. Seguro todos ya se habían acostumbrado a verla así, ya no eran sensibles a su dolor; pero Jesús no, Él la ve y la cura. Como respuesta, ella solo puede agradecer dando gloria a Dios. ¿No es este el verdadero sentido del culto, aliviar los sufrimientos de la gente? ¿Qué mejor celebración del sábado que esta? Sin embargo, el jefe de la sinagoga se indigna y pretende poner orden. Su rigidez no le permite alegrarse por semejante signo de la presencia de Dios. Jesús precisa que eso no puede ser sino hipocresía, una incoherencia absoluta entre la fe confesada y la vida.

Oración: Señor, danos tu corazón y tu mirada para saber ver y compadecernos del prójimo que sufre.

Martes 28
Santos Simón y Judas, apóstoles (F)
Ef 2, 19-22; Sal 18, 2-5; Lc 6, 12-19

Evangelio: En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de Él una fuerza que los curaba a todos.

Reflexión: Lucas reitera a menudo que, antes de cada decisión importante, Jesús pasaba la noche en oración. Así ocurre con la elección de los Doce, a quienes llamó para que lo acompañaran de manera permanente y compartieran su misión. El Señor escogió este grupo para que prosiguieran con el anuncio del Reino cuando Él ya no estuviera. Tenía claro que su propuesta se prolongaría en el tiempo por medio de su comunidad de discípulos, la Iglesia. Ella seguiría haciendo presente en el mundo su fuerza sanadora y liberadora. Esto es lo que festejamos hoy en la fiesta de san Simón y san Judas. De ellos, no tenemos mayores noticias en el Nuevo Testamento, pero seguramente se dedicaron de lleno al anuncio del Evangelio.

Oración: Señor Jesús, fortalece nuestro espíritu misionero para que no cesemos de hacerte presente en el mundo.

Miércoles 29
Beata Chiara Luce Badano
Rm 8, 26-30; Sal 12, 4-6; Lc 13, 22-30

Evangelio: En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha, pues les digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, se quedarán fuera y llamarán a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él les dirá: “No sé quiénes son”. Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él les dirá: “No sé de dónde son. Aléjense de mí todos los que obran la iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando vean a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, pero ustedes se vean arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Miren: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Reflexión: A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha buscado manipular a la divinidad. En este pasaje se plantea esa misma cuestión, establecer una medida de la misericordia de Dios: ¿cuántos van a salvarse? Y lo principal: ¿estoy yo en la lista? Es como querer determinar por estadística cuánta es la compasión del Señor. Pero Jesús no cae en el juego. Más que una respuesta (un número), formula una condición: «Esfuércense en entrar por la puerta estrecha». Nada de atajos fáciles, seguir a Jesús significa aprender de Él para vivir como Él. Naturalmente esto exige un cambio de criterios, una nueva perspectiva, que requiere esfuerzo, dedicación, renuncia y adhesión vivencial.

Oración: Señor Jesús, ayúdanos a vivir desde ya como salvados, es decir, según los valores de tu Evangelio.

Jueves 30
San Germán de Capua, obispo
Rm 8, 31b-39; Sal 108, 21-22.26-27.30-31; Lc 13, 31-35

Evangelio: En aquel día, se acercaron unos fariseos a decir a Jesús: «Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte». Jesús les dijo: «Vayan y digan a ese zorro: “Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada. Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no han querido. Miren, su casa va a ser abandonada. Les digo que no me verán hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”».

Reflexión: Es curioso que, unos capítulos antes, Lucas nos informe que herodes quería ver a Jesús (Lc 9, 9) y ahora lo busque para matarlo. Lo anterior, por su puesto, era una mera curiosidad, pero ahora lo percibe como una amenaza. Consideraba quizás que su popularidad podía convertirlo en un líder capaz de desafiar su poder o el de sus protectores, los romanos. Según él, había que sacarlo de en medio cuanto antes. Pero Jesús no se echa a correr, recibe la advertencia con calma. Sabe que no le quitan su vida, Él la da libremente. No habría nadie que le impida llegar a Jerusalén. Allí ofrendaría su vida y, lamentablemente, quedaría claro que el pueblo elegido había optado por rechazar al Mesías.

Oración: Señor Jesús, como tú, enséñanos a hacer de nuestra vida, una ofrenda de amor al prójimo.

Viernes 31
San Alonso Rodríguez
Rm 9, 1-5; Sal 147, 12-15.19-20; Lc 14, 1-6

Evangelio: En sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Había allí, delante de Él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos: «¿Es lícito curar los sábados, o no?». Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de ustedes se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?». Y no pudieron replicar a esto.

Reflexión: El sábado otorgaba identidad a Israel. Ese día se celebraba el acto creador de Dios y se le daba gracias por las maravillas de este mundo. Asimismo, se conmemoraba la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Con el tiempo, sin embargo, esto que debía ser la memoria viva de la acción salvífica de Dios, se había convertido en una pesada carga debido a la multitud de normas que se habían creado. Jesús cuestiona con sus actos el sinsentido de este rigorismo. ¿Cómo era posible que se tuviera mayor compasión por el ganado que por un hermano que sufre? El Señor siempre enseñó que el mayor culto a Dios es el amor a los demás.

Oración: Señor, ablanda nuestra dureza de corazón para saber compadecernos de las personas que sufren.

 

 

 
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